Las manifestaciones que sumaron miles de voces, mucho más de 12 mil el pasado 13 de noviembre, pusieron en entredicho la reforma constitucional electoral en los términos planteados por el Presidente.
Más allá de filias o fobias políticas, resulta esencial preguntarnos: ¿En qué debe basarse una reforma de esta envergadura?, ¿qué debe buscar?, ¿en qué momento resulta pertinente? y, finalmente, la iniciativa del Presidente, ¿remueve o no los pilares que han sostenido al sistema electoral mexicano?
Una reforma de este tipo petende apertura democrática, mayor representación y participación de las minorías, esas que eventualmente aspiran a dejar de serlo y mantener condiciones de equidad en la competencia.
La Constitución de nuestro país ha sufrido ya en 21 ocasiones reformas o modificaciones en materia electoral. Tradicionalmente, las reformas electorales han tenido lugar después de los procesos electorales a excepción de la reforma electoral de 1987, experiencia que derivó en una de las crisis políticas más agudas en la historia moderna de México.
La iniciativa emanada del Ejecutivo sin haber sido consensuada en forma alguna con las fuerzas políticas de oposición y publicada en abril abarca el sistema de partidos, la arquitectura institucional y funcional del sistema electoral, aunado el sistema de representación política.
No han sido pocas las voces que han dado eco de algunas preocupaciones relacionadas con la funcionalidad del sistema electoral.
El reemplazo de un servicio electoral de profesional por una estructura temporal representa un retroceso en el avance democrático del país.
La elección de magistrados por voto popular implica el riesgo de convertir al sistema en una extensión política del gobierno en turno, un “consejo carnal”.
La elección del “consejo carnal” pone en manos de activistas profesionales la funcionalidad de las instituciones.
El domingo gritaron que era momento de defender los avances en democracia en nuestro país; de trabajar en abrir espacios de diálogo y de respeto, tiempo decían de eliminar las descalificaciones y los discursos maniqueístas, tiempo de ciudadanizar una de las democracias más caras del mundo.
El INE no se toca, con el INE no… Entonces en qué instituciones sí es tiempo de arrebatar el anquilosado pasado de los partidos políticos, a qué tenemos tanto miedo.
Enrique Burgos- Véliz
@enriqueburgosv