“La mano de Dios” fue una jugada prohibida y aplaudida de Diego Armando Maradona, igual que muchas otras jugadas que el astro del futbol realizó durante su vida; sin embargo, no sé si por obra de la mercadotecnia o por la inconmensurable fuerza de la vox pópuli que a gritos pide justicia, Maradona es ya un icono universal que tan solo en Argentina, el país que lo vio nacer, ya ha merecido tres días de luto nacional.
O también, parodiando la Crítica de Karl Marx a la filosofía del derecho de Hegel, pudiera ser que como consecuencia de la explotación del hombre por el hombre, el futbol sea el arrebato que vivifica y da sentido a la existencia humana en este trágico valle de lágrimas.
En otros términos, el futbol es el acto más solemne del caos de una fiesta popular que, por un momento, ahuyenta tanto la tristeza del hombre ofendido y degradado de las sociedades de consumo, como la del potentado que nunca cuenta con lo suficiente para adquirir todos los objetos desechables que su deseo insaciable de comprar le pide.
En síntesis, el futbol es el opio del pueblo. Ello en razón de que el deporte de masas convertido en espectáculo que tuvo en Diego Armando Maradona a su mejor deportista (un rebelde, amigo de Fidel Castro y de Hugo Chávez, un provocador de las izquierdas que generó grandes polémicas durante su vida y las seguirá generando después de su muerte) posibilita, indudablemente, desfacer entuertos y liberar las normas sociales que la cultura nos ha impuesto, para reír y llorar de alegría por el estridente y ensordecedor ¡gooooooool!
¿O acaso el gol de la mano de Dios, en aquel glorioso partido entre Argentina e Inglaterra por los cuartos de final de la Copa Mundial de Futbol en fecha 22 de junio de 1986, no fue percibido por la vox pópuli de la argentina y los desheredados de todo el mundo como un acto solemne en un momento de locura futbolera, en el que la mano de Maradona, movida por la voluntad de Dios, hizo que el balón atravesara la portería del equipo representativo del país que, cuatro años antes, había herido el sentimiento nacional de los argentinos?
La derrota militar de los argentinos ante la superioridad militar del Reino Unidos en su intento por recuperar las Islas Malvinas, cuya soberanía ha sido materia de disputa entre estos dos países, dejó una herida abierta al pueblo argentino que Diego ayudó a que sanara.
Ahora bien, si gracias a la voluntad de Dios la mano de Maradona se movió para que el balón atravesara la portería del equipo contrario, hecho construido por el imaginario colectivo que hizo del ídolo del balón pie un desfacedor de entuertos de los gauchos y no gauchos, un héroe nacional de los olvidados de todo el mundo, ¿cómo éste no ha de ser merecedor de que el presidente de Argentina decrete un duelo nacional de tres días por su lamentable deceso?
¿Que Diego desafió el establishment internacional, lo político y moralmente correcto? ¿Que en el control antidoping algunas veces resultó positivo? ¿Que tuvo varias parejas sentimentales y fue denunciado por violencia intrafamiliar? También parece ser cierto. Estos hechos sirven ahora de motivación a las buenas conciencias de diferentes países para cuestionar los homenajes post mórtem que se han rendido y se seguirán rindiendo a Maradona hasta en los parlamentos.
No obstante, en contra de las buenas conciencias dice Nietzsche: “Toda valoración conlleva una perspectiva, que puede ser la conservación del individuo, del grupo, de la raza, del Estado, de la Iglesia, de la fe, de la cultura”. Los juicios de valor que se han hecho y se seguirán haciendo sobre la vida y obra del ídolo del futbol, lamentablemente reemplazan el pensar analítico y reflexivo que sería bueno que se desarrollara para conocer el fenómeno Maradona.
Vivir una vida de contradicciones es consustancial a la existencia humana, Nietzsche sostiene que el ente humano más sabio es un ser rico en contradicciones. “Sin embargo —añade— este ser, lleno de contradicciones, en el fondo tiene un gran método de conocimiento: siente mucho pro y mucho contra, y con ello se eleva a la justicia, a la compensación de la estimación por encima del bien y el mal”.
“Nuestra muerte ilumina nuestra vida”, dice Octavio Paz, a lo que añade: “Si nuestra muerte carece de sentido, tampoco la tuvo nuestra vida. […] Si no morimos como vivimos es porque realmente no fue nuestra la vida que vivimos: no nos pertenecía como no nos pertenece la mala suerte que nos mata. Dime cómo mueres y te diré quién eres”.
Diego Armando Maradona vivió su propia vida, murió como vivió: envuelto en grandes contradicciones y polémicas, fue un hombre auténtico. Los efectos de poder del mito Maradona, que sin duda seguirá creciendo, es otro asunto que, como he dicho, merece ser estudiado.