La seguridad pública sigue siendo uno de los principales indicadores que inciden de forma directa en la calidad de vida de las personas; algunos, ajenos a la realidad que viven miles de ciudadanos, ofrecen discursos y dan cifras alegres para esconder o maquillar lo que sucede. Ayer ingresé a una tienda de juguetes improvisada, pero dentro del sector formal, en Pachuca. Minutos antes la encargada –madre de la propietaria de la mercancía- había sufrido un robo por parte de una persona desconocida (un hombre mayor según me explicó), quien a manera de estafa se llevó gran cantidad de productos y no pagó.
Su cómplice fue un taxista de la ciudad, a quien alcanzaron a identificar únicamente por el vehículo del servicio, por lo que la señora encargada solamente pudo llorar de frustración y miedo ante lo que considera una injusticia y por la falta de seguridad, pues ni una sola patrulla se encontraba en la zona de bulevar Ramón G. Bonfil, muy cerca de espacios residenciales y de alta plusvalía.
Este ejemplo sirve para mostrar lo que ocurre en muchas partes de México, y en especial en fechas como la Navidad y el fin de año, en donde personas con muy mala entraña se dedican a robar lo que a otros les cuesta trabajo y esfuerzo. En días pasados igual se dio a conocer la estafa que en fechas recientes se ha hecho una moda, en donde se hackean cuentas de WhatsApp para pedir dinero a familiares. Hay que estar alertas porque los amantes de lo ajeno están por todos lados y al parecer están sedientos de dinero ante la crisis, la falta de empleos bien pagados, o la simple huevonada de obtener una vida a base de sudor e intelecto.
Twitter: @laloflu