Tras lo relatado en la semana dentro del caso Lozoya-Odebrecht salieron a la luz muchos nombres de políticos de Hidalgo que figuraron en el sexenio presidencial de Enrique Peña Nieto.
Y sí, se debe reconocer que hubo mucho "paste power" en oficinas del más alto nivel gubernamental de 2012 a 2018, por lo que es obvio que los vinculen a la trama de investigación por presuntos casos de corrupción del gobierno pasado.
Hoy todos son inocentes hasta que no se demuestre lo contrario y quien acusa está obligado a probar, palabras más, palabras menos, al estilo Alito Moreno, líder nacional del PRI.
¿Y cómo no se van a defender?, si fueron y siguen siendo un grupo de poder político y económico que para empezar tiene como principal capital un estado como Hidalgo, cuya principal virtud ha sido saberse vender como una tierra noble, pequeña, barata, inofensiva, donde todos pueden llegar y florecer, una especie de sueño mexicano para la zona metropolitana de la capital del país.
Hoy las barbas se deben remojar más que nunca y argentos hay de sobra. Gente como los ex gobernadores Jesús Murillo y Miguel Osorio Chong, son piezas inamovibles del ajedrez político no sólo local sino nacional. Llevarlos a cuentas no sólo luce intrépido sino imposible.
Después está el gobernador Omar Fayad, senador en tiempos de la reforma energética, quien ya acuñó una fuerte relación con la 4T, David Penchyna, padre de dicha reforma y enlace señalado por Emilio Lozoya, y de ahí "pal Real" como dicen en Hidalgo.
Carolina Viggiano, Paula Hernández Olmos, Nuvia Mayorga, y un sinfín de directores y subdirectores que ocuparon cargos en Gobernación, Sedesol, Sedatu, en San Lázaro, en el Senado, en la SRE, bueno, había hidalguenses hasta en las delegaciones federales de otros estados que son espacios reservados para los favores de mandatarios locales.
