Los festejos patrios siempre afloran nuestro nacionalismo que hoy en día luce parco y distante. No solo por la pandemia que nos ha confinado, sino por la situación por la que atravesamos.
Este año no llegó la recuperación económica y tampoco los apoyos que la gente esperaba, ni las oportunidades que los jóvenes y egresados esperaban.
No todo es culpa del gobierno, pero la mayoría de las decisiones sí pasan por los despachos oficiales, por Palacio Nacional, por los estados y municipios.
Emprender ya no es la gran salida a todos los problemas del desarrollo económico, el temor de caer en enfermedad y crisis no permite demasiados movimientos por la falta de capital y solo florecen quienes previo a la contingencia sanitaria ya se sostenían con cierto tipo de inversiones. Los gobiernos en los estados no cuentan con la capacidad para poder ofrecer las mejores condiciones de vida a sus ciudadanos y en los municipios, el modelo de gobierno en ayuntamiento empieza a caducar a una velocidad inesperada.
Así llegamos como sobrevivientes a un nuevo 15 de septiembre, pero ahora en 2021, un año tan o más difícil como 1994, como 2000, como 2005, como todos los de las últimas dos, casi tres décadas en México donde no hemos podido salir del abismo en que la política nos metió. La generación dorada de los intelectuales de finales del siglo pasado no lo presagió, ni la llegada de las redes sociales, ni la apertura semidemocrática a la vida pública, son rasgos que deberían hacer de este país uno de primer mundo, pero permanecemos estáticos, con más pobres, con más deudas, con menos capacidad sustentable y con más y más dependencia de la gran potencia extranjera del norte. El Grito de Viva México deberá ser este año con más sentimiento que acción patriótica, con más agradecimiento a la vida por las familias y los seres amados, y menos acercamiento a los que nos han dejado donde estamos. Las malas decisiones.
Eduardo González
Twitter: @laloflu
