Que resulta por lo menos peculiar que el mismo día que el embajador Ken Salazar declara a Azucena Uresti que Estados Unidos ve para adelante y quiere darle “reset” a la relación, su jefe, Joe Biden, firma un memorando en el que se mete a México en la lista negra de países infiltrados por el narcotráfico, sea como terreno de tránsito o de producción. Y como si algo faltara, un día después AMLO se pone a abogar por Cuba, con Miguel Díaz-Canel de invitado especial, y le dice a Washington que “se ve mal” con el bloqueo a la isla.
Que hablando del desfile militar, el secretario de Defensa, Luis Crescencio Sandoval, llamó a “la unidad nacional” pese a la existencia natural de diferencias de pensamiento, porque solo así se cumplirán aspiraciones y objetivos nacionales en la búsqueda de un México con progreso, bienestar social, justicia y estado de derecho. Un discurso instando a la tolerancia al que siguió un agrio debate entre seguidores y detractores de la 4T por la invitación al presidente de Cuba.
Que antenoche, durante la ceremonia del Grito de Independencia, el presidente Andrés Manuel López Obrador se reencontró con la senadora Olga Sánchez Cordero, con quien no había hablado desde que ella dejó la Secretaría de Gobernación y a la que, con sana distancia, saludó poniéndose la mano derecha a la altura del corazón mientras ella respondía de igual manera. La ministra en retiro usó una falda bordada por mujeres oaxaqueñas y un rebozo de telar hecho por artesanas chiapanecas.
Que tras el papelón protagonizado por el gobernador de Baja California, Jaime Bonilla; la alcaldesa de Iztapalapa, Clara Brugada, y la cónsul en Estambul, Isabel Arvide, lanzando vivas al Presidente como parte del Grito de Independencia, la fracción del PRD en la Cámara de Diputados, encabezada por Luis Cházaro, alista ya un punto de acuerdo para exigir un comportamiento institucional de los servidores públicos al encabezar las ceremonias sin comparar a líderes del presente con los héroes nacionales.