Que la ratificación de Ariadna Montiel Reyes como secretaria del Bienestar en el próximo gobierno de Claudia Sheinbaum abre la puerta a la también ratificación de Katia Meave Ferniza como responsable de la delegación de esa dependencia en Jalisco. Personas cercanas a Meave señalan que cuando le preguntan la delegada se ha negado incluso a comentar con sus compañeros la posibilidad de mantenerse en la entidad, y más bien pide que todos se dediquen a dos cosas: mantener la atención a los beneficiarios en Jalisco, que no son pocos, y que se apliquen para tener todo listo para la entrega-recepción de sus oficinas. Pero sí se maneja la versión de una ratificación o, incluso, un ascenso a la Ciudad de México.
Que las lluvias han traído problemas a Jalisco, pero son más las buenas noticias por los caudales de 2024. Este fin de semana, por ejemplo, el gobernador Enrique Alfaro presumió que la presa El Zapotillo, tan polémica en su momento, está al 102 por ciento de su capacidad, por lo que cumplió su objetivo y está lista para abastecer de líquido a la Zona Metropolitana de Guadalajara. Además, el lago de Chapala sigue recibiendo agua, y hasta el sábado estaba prácticamente al 41 por ciento de su capacidad. Es cierto que le falta mucho para recuperarse en un nivel óptimo, pero al ritmo que vienen las tormentas en todo el país, seguramente se tendrá un buen año en materia de agua (porque ‘vital líquido, sólo la cerveza’, decía el desaparecido maestro periodista Juan Pablo Rossell).
Que la polémica por la presunta representación de La Última Cena en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024 llegó a los templos católicos de Guadalajara. Para millones lo visto en la televisión el viernes fue una parodia de muy mal gusto del cuadro de Da Vinci, mientras que para los organizadores fue una referencia a un cuadro sobre un bacanal griego con la figura del dios Baco. Lo cierto es que el cardenal y arzobispo de Guadalajara, Francisco Robles Ortega, se sumó a las críticas contra la escenificación a la que calificó como “un signo de falta de respeto muy profundo, muy grande a nuestra fe cristiana”. Pero no fue el cardenal el único en expresarse: ayer en las misas dominicales los sacerdotes diocesanos retomaron el tema en sus homilías, todos en el mismo sentido que el arzobispo.
