México está marcado por la maldita discordia desde el 27 de septiembre de 1821 cuando nació como nación. Su vida pública siempre se ha visto llena de mentiras, abusos y traiciones. Los momentos luminosos han sido fugaces. La falaz y maniquea historia oficial nos tiene divididos en buenos y malos, patriotas y traidores. Por la violencia fratricida perdimos más de la mitad del territorio nacional, quedamos sometidos al imperio yanqui y seguimos hundidos en la ignorancia, la miseria, la violencia criminal y la pugnacidad.
Han pasado más de dos siglos y lo patriótico sería que, por fin, concluido el reciente proceso electoral, todos los mexicanos nos pusiéramos a trabajar con el nuevo gobierno por el bien de la nación, pero eso resulta imposible: están en marcha la destrucción del Poder Judicial independiente y la sobrerrepresentación inconstitucional del oficialismo en la Cámara de Diputados, para arrasar con la división de poderes y conculcar los derechos fundamentales de los gobernados. Así no habrá unión nacional.
Es mentira que los ciudadanos elegiremos a los jueces, magistrados y ministros que queramos, porque sólo serán candidatos los designados por el oficialismo. Sea cual fuere el resultado de la votación, todos los juzgadores electos serán gobiernistas.
Dice Tartufo que con los jueces elegidos por el pueblo se combatirá la corrupción, sin embargo, hay miles de funcionarios electos así, y son corruptos, comenzando por él, que, además, protege a los corruptos de su gavilla.
Esta pretendida elección de jueces conlleva un efecto corruptor, porque quedarán presionados para complacer a quienes los eligieron, y difícilmente podrán sobreponerse a los favores o amenazas de los poderosos y a los enojos populares. Quienes buscan justicia no merecen caer ante un impostor que resolverá lo que le ordenen el gobernante y los criminales, o lo que resulte popular para cuidar su cargo y ser reelecto.
Bolivia, único país donde todos los jueces deben ser “electos por el pueblo”, es un desastre: el 75 por ciento de los ciudadanos se abstienen; y el gobierno no puede renovar a los juzgadores. A ello quiere llevarnos el criminal delirante que seguirá haciendo tropelías hasta el último día de su vida.
La otra puñalada al Estado democrático de derecho será la sobrerrepresentación inconstitucional en la próxima Cámara de Diputados: con 55 por ciento de su votación, el oficialismo exige 75 por ciento de diputaciones. El tribunal debe impedir que el país quede a merced de un grupúsculo en el que predominan los brutos, reptando ante su Dominus et Deus (su señor y dios).
Los cuatroteros son capaces de cualquier aberración, como ponerle a México por nombre oficial: Estados Unidos Mexicanos para el Bienestar.
Enfrente, México reclama de sus hijos: decencia, valor y generosidad.