Los sátrapas no tienen valía propia, se sustentan en la indigencia de unos y en la cobardía de otros. Reparten dádivas a los menesterosos para mantenerlos inválidos, y amenazan a los medrosos con destruirlos ante cualquier rebeldía. En un principio cohabitan con los más ricos y los apoyan, pero, cuando les resulta propicio, los despojan y los hacen huir. Los sátrapas son eminentes rufianes, son seres viles y despreciables que viven de la estafa y la mentira.
Por eso en este año electoral, Tartufo, en contra de lo que prometió, ha endeudado como ningún otro gobernante al país, con miles de miles de millones de pesos (que pagaremos todos los mexicanos) para cubrir sus latrocinios en obras suntuosas e incosteables, aumentar sus dádivas y los gastos de campaña, para tratar de apuntalar a su espiritifláutica corcholata.
Ciertamente el próximo 2 de junio no sólo sabremos qué mujer ocupará por 6 años la Presidencia de México, sino cuál será el destino del país por mucho más de un sexenio.
Tenemos 2 proyectos de nación: uno, estrictamente personal, encarnado en quien mentirosamente ofrece exiliarse en su rancho de acertado nombre en Palenque, dejando como sustituta y alter ego (con el bastón pero sin el mando) a “la doctora”, con iniciativas de ley y órdenes precisas que deberá cumplir “sin cambiarles ni una coma”; enfrente se halla Fuerza y Corazón por México, encabezada por Xóchitl Gálvez, defendiendo la vigencia de la ley, la división de poderes, la fortaleza de las instituciones, la salvaguarda de nuestras libertades y el derecho a vivir sin miedo para lograr la grandeza nacional.
También actúa en este proceso comicial Movimiento Ciudadano, que por la Presidencia de la República se encuentra claramente rezagado.
Más allá de la cantaleta oficialista de que ya ganaron, lo cierto es que al día de hoy nada está decidido y que será cerrada la votación entre las dos candidatas. Por eso van en aumento las voces que piden al candidato Máynez (de MC) que decline en favor de Xóchitl, para no dividir el voto opositor. Eso, está visto, es perder el tiempo, por los estorbos de ley para una eventual declinación, y porque él y sus dirigentes van por el mayor número de votos que aumenten los dineros públicos a su instituto político y, finalmente, ser amorosamente recogidos y acogidos por el obradorato. Dividir el voto opositor les dejará pingües ganancias.
El llamado ha de hacerse a los simpatizantes de MC (y por supuesto a los abstencionistas) para que paremos en seco la devastación nacional que laboriosamente lleva a cabo la pestiférrima horda cuatrotera.
Hoy, como nunca antes, México merece, requiere y reclama el voto informado, útil y generoso de todos sus hijos con credencial de elector.
Dejar nuestro voto para otra ocasión será demasiado tarde y tal vez imposible.