Política

A 40 millones de abstencionistas

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Uno de los mayores daños causados por el obradorato, y del que no se habla, es el haber provocado el endurecimiento del virtual “protectorado” (nada protector) ejercido por Estados Unidos en México, dígase lo que se diga, desde mediados del siglo XIX cuando se robó más de la mitad de nuestra geografía.

La inexistencia de un tratado formal no ha impedido que el Imperio venga ejerciendo, de facto, el control y dominio sobre nuestro territorio, aunque conservemos autoridades propias y cierto grado de autonomía interna.

Lo que dejó de México lo ha considerado como su “patio trasero”. La relación entre ambos países jamás ha sido entre iguales, pero nunca nos han faltado los discursos soflameros proclamando que somos un país libre, independiente y soberano, y que el cielo a nuestra patria un soldado en cada hijo le dio.

Durante los años, los gobiernos mexicanos sortearon con mayor o menor acierto y dignidad la asimetría existente, y en ocasiones lograron obtener evidentes beneficios de esa vecindad, pero la relación empezó a ser insoportable a partir de que llegó a la Presidencia de México en el año 2018 el rufián de alta gama, que a través de la estafa y la mentira propició mayor división y encono entre los mexicanos; destruyó la economía nacional dilapidando los recursos públicos sin rendir cuentas; sometió a los más pobres y se burló llamándolos “animalitos” o “mascotas” y convirtiéndolos en su leva electoral; aumentó criminalmente y como ningún otro gobernante la deuda pública; destruyó y corrompió instituciones; pactó con los cárteles la gobernanza criminal, quedando como parte eminente de su mando; y realizó un sinnúmero de fechorías más, como su rijosidad con gobiernos e instituciones de todas partes, pero babeando ante las dictaduras afines a su zafio “humanismo mexicano”.

Eso tiene a México ahogado en un mar de sangre, debilitado, más empobrecido y violento, ingobernable y desprestigiado internacionalmente, lo que constituye motivo y pretexto para que el Imperio considere a su “patio trasero” como una amenaza para su “seguridad nacional” y oprimirlo como le venga en gana.

Adán Augusto (al que Tartufo le llama “hermano”) es solamente la cara más espantosa y siniestra de la inmundicia cuatrotera.

Veremos si Sheinbaum, resultado de esa realidad, corta cabezas o espera a que el yanqui venga por ellas, porque ya no puede tapar la cloaca ni evitar el hedor que sale de las alcantarillas de la 4T, sobre las que jamás construirá su glorioso “segundo piso”.

Lo anterior implica convocar a los ciudadanos a no mantenerse como testigos expectantes, porque en la política los vacíos siempre los ocupan los canallas. Organicémonos para la batalla electoral de 2027. Puede ser nuestra última oportunidad para sacar a México de esta noche de atrocidades y desventuras.


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Diego Fernández de Cevallos
  • Diego Fernández de Cevallos
  • Abogado y político mexicano, miembro del Partido Acción Nacional, se ha desempeñado como diputado federal, senador de la República y candidato a la Presidencia de México en 1994. / Escribe todos los lunes su columna Sin rodeos
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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