Arturo Zaldívar rememora cómo el entonces presidente de la Corte, Guillermo Ortiz Mayagoitia, le asignó el caso de la tragedia en la guardería de Hermosillo; “me di cuenta de que lo que quiso era que yo pagara un costo político”, asegura
CAPÍTULO 2 DE LA SERIE PERIODÍSTICA “ABC de una operación de Estado”
Ciertas paredes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación dan testimonio brutal de la violencia. Un mes después de la tragedia de la guardería ABC, Rafael Cauduro comenzó a develar los murales que trabajó en ellas, bajo el marco de los festejos del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, organizados para el año 2010 por el gobierno de México.
Con escaso ánimo celebratorio, el artista denunció en su obra la represión, el hacinamiento, el secuestro, la tortura, el homicidio, la violación y la corrupción que conforman la realidad social del país. Desde aquel entonces, estos siete crímenes mayores confrontan a diario de forma hiperrealista a quienes recorren los tres pisos de la esquina suroeste del viejo edificio del Centro Histórico de la Ciudad de México.
Algunas escenas de Cauduro acompañarán visualmente esta serie periodística.
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De acuerdo con el proceso habitual, Fernando Franco debía llevar al pleno de la Corte la ponencia del informe elaborado por la comisión especial de magistrados investigadores del caso de la guardería ABC, sin embargo, en medio de la expectativa de familiares de las víctimas y de la presión de la opinión pública, el ministro buscó declararse impedido en varios momentos, ofreciendo razones que sus compañeros objetaban, recordándole que los 11 integrantes del máximo tribunal tenían que estar posibilitados para discutir, valorar y, sobre todo, votar en un procedimiento sobre un asunto tan delicado.
En aquel tiempo —y hasta antes de la pandemia de covid— los ministros se reunían cada martes por la mañana en un salón de la Corte para desayunar, con el acuerdo tácito de evitar hablar de asuntos de trabajo, cosa que no siempre sucedía.
Durante uno de esos desayunos informales, Franco insistió en que se le declarara impedido de presentar la ponencia del caso ABC, ya que acababa de enterarse de que una sobrina suya había trabajado en el área de guarderías del IMSS. Ministros presentes consideraron que no era una razón suficiente, hasta que intervino el ministro presidente, Guillermo Ortiz Mayagoitia.
—No te preocupes, Fernando, tú no hagas el proyecto. No estás impedido, pero que Arturo lo haga.
Zaldívar recrea el diálogo que continuó así, según rememora en la entrevista que le hice:
—Don Guillermo, no me parece que sea adecuado. Si Fernando está impedido, no puede elaborar el proyecto, pero tampoco puede votar. Y si no está impedido, tiene que hacer el proyecto y tiene que votar.
—No, no, no, Arturo, no te preocupes, que Fernando no venga a votar ese día y listo. No pasa nada, tú vas a ser el ponente —insistió Mayagoitia.
Luego de eso, la mayoría de los ministros presentes secundó al presidente de la Corte para que el ministro recién llegado tomara el caso, quien finalmente aceptó. “Y yo dije: ‘Bueno, pues seré el ponente. Ni hablar’, cuenta Zaldívar.
También recuerda este diálogo:
—Oiga, don Guillermo, es que yo no he venido recibiendo los informes que se han dado por la comisión durante todo este año…
—No te preocupes, ninguno de nosotros les hemos hecho caso a los informes. No pasa nada: tú eres el ponente...
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“Así que, pues, yo soy el ponente, aunque no me tocaba el caso: no era yo el ministro que por turno debió haber conocido de este caso.
“Después del tiempo me doy cuenta de que lo que se quiso es que yo pagara un costo político, pensando que yo iba a hacer un proyecto como los que se habían hecho siempre en esta facultad especial de investigación de la Corte, ya que a esta facultad de investigación nunca se le había dado el contenido constitucional que requería. Solo era una válvula de escape para que la Corte pagara los costos políticos ante la ineficiencia de otras autoridades. La Corte se limitaba a señalar siempre a funcionarios muy menores, pero nunca tocó —ni con el pétalo de una rosa— a un funcionario de rango elevado en ninguna administración. Esto es muy relevante tomarlo en cuenta.
“Cuando me llega el asunto, lo primero que hago es tratar de localizar a los papás y a las mamás de la guardería ABC. Tratar de hablar con ellos, de entenderlos, de buscar su historia. En ese momento supe que había ya algunas divisiones entre ellos, sobre todo entre los niños y niñas lesionados, los papás y mamás de ellos, con los niños y niñas que habían fallecido. Yo no conocía nada de la dinámica que se estaba llevando a cabo en Hermosillo, pero me enteré por la prensa y algunas cuestiones. Nos costó mucho trabajo localizarlos. Logramos hacerlo y los convocamos a una reunión aquí en la Corte el 29 de abril de 2010.
“Me acuerdo perfectamente porque al día siguiente era Día del Niño y de la Niña. Estuvimos aquí en el área de usos múltiples de la Corte. Estuve con dos colaboradoras y un colaborador míos. Vinieron todos los papás y las mamás. Les dije que los había citado para escuchar su historia, para verlos a los ojos, para explicarles a qué me podía comprometer y a qué no, que no era un tema de abogados, que yo les rogaba que sus abogados no intervinieran, que yo los quería escuchar a ellos”.
—¿Cómo fue ese encuentro?
—Lo primero que debo decirte es que nunca había estado en un lugar donde hubiera tanto dolor. Estuvimos con ellos más de tres horas. Cada una y cada uno de ellos fueron presentándose, contando sus historias. Decían su nombre y después decían ‘papá’, añadiendo el nombre de su niña o de su niño. Nos decían si estaba lesionado, si estaba fallecido... Había papás o mamás que tenían varios niños y niñas, algunos fallecidos y otros lesionados, llorando desesperados y desesperadas, con mucho dolor.
“Me llamó la atención el sentido de culpabilidad de las madres, porque tenemos una sociedad donde seguimos culpando a las madres porque trabajan, y las mamás se sentían culpables por haber tenido que llevar a sus hijos y a sus hijas a una guardería y por haber estado trabajando. Esto nos refleja mucho de esta cultura del patriarcado y machista, que discrimina a las mujeres, que las hace sentir culpables por tratar de desarrollarse y por tratar de colaborar para llevar alimento a sus hijas y a sus hijos”.
—¿Qué testimonios recuerda de aquella ocasión?
—Patricia Duarte, una mujer muy valiente que después encaró al presidente Felipe Calderón, me dijo: ‘Ministro, si se hubiera muerto el hijo de un ministro, o de un secretario de Estado, ya se hubiera hecho justicia, pero como se murieron nuestros hijos y nuestras hijas, esto no tiene ninguna importancia’.
“Otro de ellos me dijo: ‘Ministro, se murieron niños y niñas, no perritos. No puede ser el trato que nos ha dado el gobierno’. Otro padre de familia, que estaba muy enojado y que después, poco a poco, fue confiando, me contó el viacrucis que tuvo el 5 de junio. Cómo buscó a su niña, a su bebé, por todos los hospitales, cómo estuvo hasta la 1 o 2 de la mañana, y de repente la encontró en un pasillo y la reconoció por su ropita: con llanto, contó cómo se desprendía la piel de su bebé cuando la tomó en sus brazos.
“También me pareció muy relevante —y por eso puse el nombre de Daniel Karam, director del IMSS, en mi ponencia— que los papás y las mamás me contaran —ellos me lo contaron, no lo digo ni lo afirmo yo— que el gobierno de Felipe Calderón había operado para que los niños lesionados no se trasladaran a Sacramento a un hospital especializado, solo para no hacer el escándalo más grande”.
(CONTINUARÁ…)