Policía

Othón

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Othón Cortez nació en Salina Cruz, Oaxaca, pero vivió más de 40 años en Tijuana, una parte de ese tiempo trabajando para el Sistema, enfatizaba cuando nos reuníamos. Primero en el PRI local, luego en el estatal, como chofer de líderes que visitaban Baja California. “Del jefe Luis Donaldo Colosio gané su corazón y cada que venía había que atenderlo, llevarlo a Mexicali, Ensenada y, donde pernoctábamos, él decía que me dieran hotel a mí también y que comiera. Lo digo porque no lo hacían otros personajes de la política: me dejaban a dormir en el carro y a pasar hambre”.

Luego laboró como mensajero del PRI Nacional. “Iba a DF en el mismo día a dejar documentación seria, comprometedora. Me subía al avión temprano, llegaba, me trasladaba a Insurgentes a las oficinas del partido, dejaba el mensaje, daba una vueltecita por el Zócalo, comía mi torta de tamal, y va para atrás a Tijuana”.

Othón se ilusionó cuando Colosio fue nominado. “La verdad es que, como lo conocía, dije: tengo chamba para cuidar a mi familia. Ahora hay que echarle ganas, gritar que el jefe Colosio va a ganar”. Por eso, el 23 de marzo de 1994, acudió al fatídico mitin de Lomas Taurinas. “Apenas me incorporo, él me ve y dice: Oaxaquita, porque así me decía de cariño”.

Once meses después, Othón fue detenido cuando iba con su adorada esposa Juanita y sus hijos Leslie y Jonathan. Tras ser trasladado a DF, lo llevan a la PGR, donde atendía el fiscal Pablo Chapa Bezanilla, quien lo presentó como el autor del segundo disparo contra el candidato.

“Ahí en la PGR me torturan, y yo solo pedía piedad”. Tras un par de años en Almoloya, Othón fue liberado y exonerado, al revelarse que la PGR había dado 30 mil dólares a los testigos que lo incriminaban.

Libre, Othón demandó una disculpa pública y reparación oficial por el daño recibido, pero su denuncia fue rechazada e incluso acabó siendo condenado a pagarle al Estado 18 millones por gastos y costas de su solicitud de justicia.

En el colmo de los absurdos, además de ser víctima de un despótico encierro y padecer secuelas por siempre de la tortura recibida, Othón pasó los últimos 20 años acosado jurídicamente por el Sistema, por haberse atrevido a exigir justicia.

Adolorido, perseguido y estigmatizado, Othón murió hace unos días sin recibir una disculpa pública.

“Por eso es el dolor, porque yo le trabajé desde un principio al Sistema. Yo fui su perro leal, su perro fiel”, me comentó la última vez que lo entrevisté.

Por fortuna, su familia siempre lo amparó. En paz descanse, Othón.


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Diego Enrique Osorno
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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