Policía

Normalizar el terror institucional

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El régimen de excepción instaurado por el presidente Nayib Bukele en El Salvador resulta crucial para la democracia en América Latina. De continuar implementándose de forma tan celebratoria e impune este laboratorio de terror populista, so pretexto de acabar con las pandillas salvadoreñas, el horizonte de un espanto aún mayor se asomará en nuestra región. El éxito de Bukele es el fracaso de las más legítimas aspiraciones democráticas latinoamericanas del siglo XXI.

Por eso la crónica titulada “Los que nada deben”, publicada por el escritor John Gibler, en el reciente número de Gatopardo, es imperante de leer. Porque a veces pareciera que hemos claudicado ya ante la barbarie institucional convertida en espectáculo de redes sociales por el mandatario centroamericano.

A partir de una serie de visitas y estancias en la comunidad de Guarjila en los últimos meses, Gibler arma un relato caudaloso de historias de jóvenes detenidos, humillados, encerrados, torturados y asesinados bajo el estado de excepción instaurado hace más de un año en el país. Se detiene a analizar una foto de las cientos que produce la maquinaria de propaganda oficial. ¿Quiénes son y qué historia tienen los cuatro muchachos que aparecen en ella?, se pregunta el autor, recurriendo a la perspectiva de Michel Foucault para “captar el poder en sus extremos, en sus últimos lineamientos, donde se vuelve capilar”.

Gibler no simplifica la aparente legitimidad del discurso y la acción demagógica del mandatario. Explica: “Desde el inicio, Bukele dejó clara la lógica del régimen de excepción: ‘Todo arrestado irá a vivir el mismo régimen [dos comidas al día, dormir en el suelo sin sábanas ni colchonetas, sin insumos de limpieza personal] por treinta años’, escribió en redes sociales. Bajo esta nueva política, la única prueba en contra de una persona detenida es su propio arresto. Y aun así, la iniciativa ha sido ampliamente apoyada. Porque todos saben que las pandillas nacieron en LA, California, durante la guerra civil salvadoreña y que la mayoría de sus integrantes fueron deportados después de la paz; que de regreso a casa las agrupaciones crecieron, que los pandilleros aterrorizaban a la gente, que andaban tatuados y armados, que extorsionaban, robaban, violaban, mataban a su antojo…”.

La normalización del terror institucional, si no se detiene en El Salvador, puede extenderse por el continente.


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Diego Enrique Osorno
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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