La terrible violencia de las últimas dos décadas en el noreste de México tiene como uno de sus puntos de referencia a la “Frontera Chica”, donde estos días fueron halladas asesinadas 19 personas.
El 6 de abril de 2001 fue detenido en la zona Gilberto García Mena, El June, uno de los operadores de El Cártel del Golfo, la organización creada por Juan N. Guerra con anuencia de las autoridades de la época para organizar el contrabando ilegal en esta región del país.
Dicha acción marcó el surgimiento de una disputa por el control del territorio entre facciones derivadas del Cártel del Golfo, como Los Zetas y Los Texas, así como el enfrentamiento con grupos provenientes de otros lugares como el Cártel de Sinaloa y el de Juárez. La violencia empezó a sentirse con mayor fuerza al norte de Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila.
Pero fue la guerra contra el narco declarada en 2007 por el presidente Felipe Calderón, la que encendió este infierno. Al privilegiar el uso de la fuerza oficial contra ciertos grupos como Los Zetas, éstos atendieron en el mismo sentido la absurda lógica guerrerista, desatándose como nunca ejecuciones, desapariciones, desplazamientos, matanzas y otras atrocidades.
Bajo ese contexto, en 2010, resurgió el Cártel del Golfo, ahora identificándose solo por sus siglas CDG y contando con apoyo de la Marina para enfrentar a Los Zetas, coludidos a su vez con la mayoría de las policías locales. Fue en este nuevo escenario que ocurrió la masacre de 72 migrantes en San Fernando, la de 49 personas en Cadereyta y la de un número aún indeterminado de víctimas en Allende.
En los años recientes, tras la aparente muerte de Heriberto Lazcano y la detención de Miguel Ángel Treviño, Los Zetas se dividieron en dos grupos: El Cártel del Noreste, ligado a Treviño, y Vieja Escuela, vinculado a Lazcano. Estas bandas han seguido disputando el control entre sí, con el CDG y otros entes que aparecen esporádicamente como el CJNG, el cual ya tiene presencia en Monterrey.
A lo largo de 20 años, la tragedia humanitaria de esta zona ha sido poco documentada debido a la alta complicidad oficial con las bandas en pugna. La Frontera Chica se ha vuelto así una enorme fosa común donde prevalece la inercia de la llamada guerra del narco.