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Die anderenaugen an bord

BITÁCORA PERIODÍSTICA “DIE ANDERENAUGENANBORD” / CAPÍTULO I

Ette, uno de los tripulantes que compartió su experiencia; a la derecha el Stahlratte. María Secco y especial.
Ette, uno de los tripulantes que compartió su experiencia; a la derecha el Stahlratte. María Secco y especial.

El barco en el que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) cruzó el Atlántico en la primavera de 2022 se llama La Montaña, aunque antes de la travesía marítima ocurrida en plena pandemia tenía el nombre de Stahlratte, que significa “Rata de Acero” en alemán.

La embarcación fue construida en 1903 en un astillero de Holanda a pedido de una familia noruega que lo empleó para la pesca de arenque en los fiordos del mar Báltico. Por ser de hierro, no de madera, ha logrado durar más de cien años. La clave de su mantenimiento centenario tiene que ver con una constante lucha en contra de la oxidación, por lo que cada tres meses debe ser pintado completamente de nuevo.

En sus primeros cincuenta años de vida, navegó solamente con el viento de sus velas, hasta que en 1953 le fue instalado un motor dísel Volund de cuatro cilindros para modernizarlo y hacer más funcionales sus labores de pesca. Dicho motor hecho en Dinamarca aún trabaja al día de hoy.

A principios de los ochenta, el Stahlratte fue adquirido por un grupo de jóvenes alemanes que deseaban cumplir su sueño de viajar por los mares del mundo. La nueva tripulación hippie creó una modesta zona de camarotes, devolvieron las velas a convivir con el motor y así empezó a existir una especie de comuna europea navegante, auspiciada bajo la identidad oficial de Fundación para la Divulgación de la Navegación Clásica “Stahlratte”.

Uno de los marineros que forma parte de este proyecto es Ette, quien cuando no está en alta mar, trabaja como carpintero en Berlín. Desde hace un par de décadas pasa de tres a cuatro meses del año laborando en el barco, sin recibir nada a cambio. Junto al capitán Ludwig y Edwin, Carl y Gaby, fueron la tripulación que viajó con el Escuadrón 4-2-1enviado a la mar por las comunidades rebeldes de Chiapas.

Si en la Bitácora periodística “El viaje de la semilla” (publicada también en este diario) se compartieron testimonios de las integrantes de la delegación naval zapatista, en esta nueva bitácora que inicia ahora, se irán conociendo y presentando parte de las miradas de los marineros que viajaron con ellos en esta histórica gesta de los pueblos originarios mayas hacia Europa. Una mirada otra, die anderen augen an bord, los otros ojos a bordo.

—¿Cómo es la vida en un barco? —pregunto a Ette, quien da sus respuestas en un alemán que después habré de traducir.

—En general, la vida en un barco como éste, es muy especial. Es una de las últimas libertades de las que uno puede disfrutar, completamente independiente y autónoma de todas esas cosas que son necesarias para la vida en tierra firme.

La gran libertad es, por supuesto, tener una vista de 360 grados durante el día, donde uno solamente ve olas y nubes y animales como delfines. Uno siente cómo el viento lo mueve hacia adelante cuando viajamos con velas, lo cual no siempre es posible.

Como nos movemos más que nada en el Caribe, es el brillo del sol un factor lindo, mejor que estar en invierno en Europa, pero cuando uno tiene guardia en la noche es algo único, ese esplendor de las estrellas, la experiencia de ver el cielo estrellado como hoy en día ya casi no se puede ver en tierra firme, tal vez en desiertos, pero por lo menos no en zonas muy pobladas donde la luz destruye totalmente a la oscuridad y uno no tiene la posibilidad de presenciar la amplitud ni la mirada lejana hacia el universo.

—¿Has cruzado antes el Atlántico?

—Esta es mi segunda vez cruzando el Atlántico, casi exactamente después de 20 años. La primera vez salí de Europa hacia Cuba, o sea que vine de allá para acá, en sentido contrario al que vamos ahora.

Fue una experiencia de verdad única porque nunca había estado de esta manera en el mar. En esta ocasión es diferente y yo ya sé más o menos qué esperar: esa calma que llega después de una semana con toda la gente a bordo.

Esto es muy diferente a hacer un viaje de tres o cuatro días para llevar gente, por ejemplo, de Colombia a Panamá…Y por supuesto que es aún más especial que éste sea el último viaje del Stahlratte, por lo menos con esta tripulación, porque después va a volver a zarpar y navegar por el mundo.

Es lindo poder llevar el barco de regreso a casa, o sea a Europa. Saber que hay gente esperándonos y que, así queremos creer, van a poner todo su corazón y toda su alma en llevar al barco por todo el mundo y mantenerlo en buena condición.

—¿Qué sabías de los zapatistas antes de conocer aquí al Escuadrón 4-2-1?

—Por supuesto que escuché ya en Europa del EZLN, el grupo revolucionario de México que con su lucha ganó territorio autónomo, pero mi conocimiento no llegó nunca al nivel de saber cómo están organizados, cómo es la situación pueblo por pueblo, qué agenda política o qué filosofía tiene el zapatismo. ¡Claro!, el nombre Zapata es conocido como un revolucionario de los años veinte junto con Pancho Villa y todo eso, pero nunca profundicé mucho en el tema. Ahora quiero cambiar eso y leer sobre la historia del zapatismo.

Además, ahora me entero de muchas cosas a través de las conversaciones con los compas a bordo y ellos ya me han contado varias cosas sobre su estilo de vida, con influencias muy espirituales, su amor a la Tierra, a la naturaleza, su uso de las plantas, su alimentación… Todo me parece tan interesante que me llama mucho la atención la idea de irme por tres o cuatro meses a pasar algún tiempo con ellos a México, ahora que mi época con el Stahlratte termine.

—¿Cuál fue primera impresión al conocerlos?

—Me sorprendió un poco, yo estaba esperando a unos zapatistas más guerreristas queriendo cruzar hacia Europa, pero es hermoso que este grupo esté tan mezclado, tanto en edades como en género. Todas las personas son muy afectuosas y amigables, con las que me gusta pasar el tiempo aquí y es en verdad un placer llevar a esta gente por el mundo con sus metas, con su visión política y social, y que esto sea posible por medio del Stahlratte, llegar navegando con La Montaña para hacer “la reconquista”.

Me alegra tanto y me da orgullo hacer este viaje con ellos. 

(CONTINUARÁ…)


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Diego Enrique Osorno
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