Policía

Delirio y compasión

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Recuerdo una reunión con Jaime Rodríguez a los pocos meses de haber asumido la gubernatura de NL. Caminamos por pasillos y vestíbulos del Palacio estatal hasta llegar a un salón donde había un grupo de mujeres y hombres maduros, jóvenes, personas en silla de ruedas y adultos mayores sentados frente a computadoras.

Era el espacio físico dedicado al gobierno virtual que presumía el mandatario. Aquella gente variopinta manejaba las páginas de internet y las redes oficiales a nombre de una administración que se prometía independiente y distinta al resto de los partidos.

—Desde aquí se marca la diferencia —me presumió con su voz ronca el flamante gobernador.

No era yo el primer reportero al que El Bronco mostraba y decía eso. Se trataba ya de un tour semioficial. Después me invitó a comer, aunque antes de entrar a su comedor, un médico recién llegado al Palacio le aplicó varias inyecciones en la espalda.

Comimos un picadillo de res con arroz y frijoles que no le pedía nada a cualquiera de las pocas fondas carreteras que quedan en el sur de Nuevo León, de donde venía El Bronco.

El Bronco era un ejidatario del PRI que ahora estaba sentado en la silla del poder, desde la cual despotricaba contra ciertos empresarios influyentes de la ciudad, al mismo tiempo que soñaba ser presidente de México. Aunque algunos de sus cercanos le advertían del error, él se veía muy decidido al respecto.

Tiempo después cumplió su capricho usando para ello parte de la estructura gubernamental.

Si bien en NL nadie esperaba que El Bronco resultara un estadista, se tenía la sensación de que sería un gobernante entusiasmado en atender, con cierto tesón y las 24 horas del día, la servidumbre cotidiana del gobierno.

Pero no cumplió: abandonó su responsabilidad por un delirio.

Si bien al inicio se deshizo de la antigua silla que usara su nefasto antecesor, Rodrigo Medina, El Bronco cayó en la tentación de sentirse llamado a un destino superior que el de atender una administración estatal.

Me ha tocado conocer de manera superficial a personas víctimas de esa transformación que causa el poder y ayer que oía al Bronco hablar con una voz apagada desde el hospital, en entrevista con Ciro Gómez Leyva, fue inevitable sentir compasión.

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Diego Enrique Osorno
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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