El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) está por cumplir en unos meses 40 años de haber nacido en las montañas de Chiapas y 30 de haber bajado de ellas a pelear por la democracia real, un 1 de enero de 1994 que de por sí ya está enmarcado en la historia de México y, sobre todo, en la de los pueblos originarios del sur.
A lo largo de su andar ha construido un espacio real de autonomía para cientos de comunidades indígenas mayas de Chiapas que hoy, al ejercer en resistencia la dignidad cotidiana, se han vuelto adictas a la libertad colectiva.
Su congruencia entre decir y hacer los fue volviendo también un referente que, más allá de las modas de ocasión, urgencias electorales o la mera ansiedad de poder, se ha mantenido como uno de los pocos ejemplos de coherencia en ese territorio cada vez más vergonzante de la llamada política nacional.
Quizá es por eso que el zapatismo, además de ser un movimiento social, se ha ido convirtiendo y sosteniendo también como una corriente del pensamiento crítico, al irradiar en su ruta de acciones puntuales y simbólicas una variada gama de ideas y conceptos que han preservado la consciencia de la defensa de la vida en un mundo extasiado con la muerte.
Bajo ese manto de rebeldía, hace dos años, el 2 de mayo de 2021, zarpamos hacia un destino incierto con una delegación zapatista del sureste mexicano, en específico del puerto de Isla Mujeres, Quintana Roo.
Durante 52 días a bordo de un viejo velero europeo, el inmenso Atlántico se volvió nuestro horizonte cotidiano y el Escuadrón 4-2-1 del EZLN, la brújula de una danza continua con el viento.
En los días y noches de navegación, compartición, filmación, formación, introspección y contemplación surgían ocasionalmente pesadumbres como la del sentido que tiene la lucha social en una época en la que la verdad importa poco y, por ende, la justicia menos.
Como los barcos son los ojos del mar, la montaña zapatista a la que subimos para recorrerlo nos permitió hacer algo cada vez más difícil hoy y por ello representó una acción radical: levantar la mirada para ver en 360 grados el mundo.
Para cambiar algo hay que cambiar antes la forma en que lo miramos.
Al final de este viaje improbable, que por supuesto sucedió, palabras como Planeta y Tierra tuvieron más sentido.
También los próximos 40 años del zapatismo.