“Los corredores no consumen drogas, producen las suyas naturalmente”
E. Neil Culbertson
Comencé a correr en el año 2005 y mi primer maratón debió haber sido en el 2006. Aquella primera vez fue inolvidable. Recuerdo todavía, como si fuera ayer, las emociones que se reflejaban en distintas partes de mi cuerpo una noche antes del evento, las cuales no me permitieron dormir lo suficiente. Troté sin parar hasta que se me nubló la vista. Crucé la meta y aprendí que, si la meta del maratón había sido posible, muchas otras cosas a las que me arrojara con esa determinación, lo serían también.
Con el paso de los años mis tiempos fueron mejorando, sin ser ahora nada espectacular. Me volví más veloz en cuanto dejé de trotar y me puse a correr. Así como lo oyes, cuando realmente me comencé a exigir y a retar en las madrugadas, llevando mi desempeño al límite, fue cuando mi velocidad cambió. Al disminuir poco a poco mis tiempos, un sueño lejano y desdibujado aparecía una y otra vez en mi mente: cruzar la meta del maratón de Boston.
Boston es el maratón más competitivo que conozco. Para participar en él es necesario ser lo suficientemente rápido y tener un documento que lo demuestre. Hace un par de años me propuse ponerme a entrenar de manera seria e intentar lograr los tiempos para participar de él. Después de meses de mucho esfuerzo, sacrificio y dolor, la primera parte de mi sueño y probablemente la más difícil de él se logró: calificar. La satisfacción que sentí al lograrlo es igual que la de la meta de mi primer maratón, inolvidable. La angustia de los últimos kilómetros sabiendo que un error o algo inesperado podría sacarme del tiempo planeado fue sumamente emocionante. Crucé la meta, envié mis tiempos, fueron validados y recibí la tan anhelada respuesta: bienvenido al maratón de Boston. Fueron más de 12 años de esfuerzo y perseverancia por lograrlo y al menos, medio boleto, ya estaba en mis manos, ahora habría que ir por la otra mitad, que consistía en entrenar, correrlo y cruzar la meta, etapa que lucía un poco más sencilla.
Me propuse entrenar lo suficiente para cruzar la meta en un tiempo al menos cercano a mi tiempo de calificación. El entrenamiento fue un fracaso. La carga de trabajo y una lesión inexplicable en el tendón de Aquiles me impidieron entrenar. Una irresponsabilidad. Corrí diario, pero nunca más de 10 kilómetros.
Con dolor en el tendón, un pésimo entrenamiento y la cabeza en mil lugares menos en el maratón de Boston, solicité un permiso en el trabajo para ausentarme al menos físicamente un par de días de la oficina y emprendí el viaje. Cuando parecía que lo más difícil lo había logrado, mi sueño de cruzar la meta de Boston pendía de un hilo.
Abastecimiento. Además de unos minutos de estiramientos, agrega alguna rutina de fuerza para el torso. Al poco tiempo notarás beneficios en tu forma de correr.
@DavidLeonRomero