Muchos países en el mundo avanzaron en el siglo pasado hacia modelos democráticos, pero en este siglo ha habido un retroceso: algunos francamente transitaron hacia las dictaduras, otros a democracias muy precarias o solo de fachada.Eso nos enseña que la democracia no se conquista de una vez y para siempre. Existen peligros que podrían llevar al régimen hacia una involución. No comparto la urgencia de algunos que ven la democracia en México moribunda, esperando el último zarpazo para hacerse dictadura. No es que ignore las tentaciones autoritarias del presidente actual, sino que, hasta el momento, las instituciones en México han funcionado, y algunas de las que más han estado en la palestra no son, necesariamente, instituciones infaltables en una democracia. Esencial para una democracia electiva, es tener una institución que organice las elecciones y que garantice el voto de los ciudadanos. Es también necesario que exista una división de poderes que modere los excesos de cualquiera de ellos. Pero, por otro lado, hay instituciones creadas como herramientas para cubrir algunas tareas específicas, que existen en unas democracias y en otras no. Tener un organismo anticorrupción puede ser una buena herramienta, no la única posible. Hay muchas democracias avanzadas que no lo tienen, y nosotros, que lo hemos tenido, no hemos constatado su eficacia. No estoy diciendo que apoye su desaparición, simplemente, que no son elementos constitutivos de toda democracia. Hay otros tres peligros para la democracia que son quizás, más virulentos: la inequidad, la violencia y la partidocracia. La inequidad constituye el caldo de cultivo para las salidas populistas y autoritarias de cualquier signo. Pero más que eso, es la perversión de la idea democrática, porque los frutos de las instituciones que se construyen, de la participación en la construcción de la nación, solo son disfrutados por una minoría. Una democracia que tras dos décadas no da resultados para la mayoría, es una democracia vulnerable. La violencia, en los niveles que la tenemos ahora, puede hacer que las elecciones sean, en muchos lugares, una mascarada para que el poder real de los carteles domine los territorios. Y, finalmente, los partidos desdibujados, sin consistencia ideológica, poblados de chapulines y que aprovechan las reglas que ellos mismos han construido para seguirse repartiendo todos los puestos., haciendo que la política parezca un juego en el que solo ellos participan y a nosotros nos toca pagar el boleto para verlos. Si nos preocupa la democracia tenemos que poner en la mesa todos estos peligros y estar dispuestos a transformar de fondo el sistema, no es un asunto nada más de regresarles a la silla otros.
Los peligros para la democracia
- En la tormenta
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David Herrerías Guerra
León /