El lunes venidero se celebra el Día Internacional de la Mujer y desde ya, varias son las posturas ante el evento, que además de tener actividades diversas desde talleres, conferencias, pláticas, exposiciones, llenas en muchos casos de ecos vacíos ya que, en nuestra capital y cabeceras municipales, distan todavía de generar un cambio profundo, tendrá sin duda, lo que más conoce la sociedad, la marcha magna que se realiza a lo largo de diversas calles de todas las ciudades donde se efectúa.
Lo triste, lo poco pensado, lo incluso inconcebible, es cuando escucho o leo toda la cantidad de comentarios atacando precisamente a esta manifestación, desacreditándola porque según los que opinan, más que mostrar los intereses legítimos por los que se hace, tiene una doble intención, de provocar desmanes al pintar monumentos, bardas, calles, carros, comercios y todo lo que se les cruce, hasta agredir a gente del género masculino sin importar la edad.
Y si, es cierto, lo anterior ocurre, ocurre por supuesto en una escala menor al deseo de miles que caminan por esas calles, deseosas de ser escuchadas; esta semana Amnistía Internacional en su reporte: “México: La era de las mujeres”, muestra de manera muy clara que una escalada de violencia por parte de nuestras autoridades contra mujeres y niñas se esta presentando en estas protestas.
Protestas legítimas por derecho ganado, así, que ojalá logremos brincar las barreras que nos discriminan, pero mientras esto no se cumpla, ellas deberán seguir mostrándose así, reaccionarias y revulsivas, pintando cuanta barda y monumento se les vaya poniendo a su paso.
La desigualdad social tiene rostro y aún ese rostro es de mujer.