Una de las malas interpretaciones más comunes en torno a las celebraciones del Orgullo Gay es que se toman, esta palabra “orgullo”, en su acepción de “arrogancia, vanidad o exceso de estimación propia”, lo cual es culturalmente mal visto.
Sin embargo, cuando se habla del Orgullo Gay, se refieren a la “autoestima”, al “amor propio”; lo que señala es que ninguna persona debe avergonzarse de cómo siente, cómo ama o cómo expresa su sexuaidad. Esta definición transmite la idea de una dignidad intrínseca que todo ser humano posee y que no debe verse afectada por su conducta o por su orientación sexual.
Su origen se remota al 28 de junio de 1969, cuando las primeras manifestaciones de personas Lgbtttiq+ se dieron de manera espontánea tras una violenta redada policial en el bar Stonewall, Nueva York. En México, la primera manifestación se dio en 1978 y en Monterrey se remonta a 2001.
A la primera marcha en la ciudad acudieron poco más de 300 personas; a la última, 25 mil. Muchas de ellas fueron acompañadas por familiares y amistades. Hubo contingentes de empresas, universidades públicas y privadas, mamásque repartían abrazos, etcétera.
Sin embargo, aún existe resistencia de parte de la sociedad que todavía no concibe cómo es que las personas diferentes pueden amarse a sí mismas; el “gran delito”es no sentir vergüenza, no esconderse y lo que es más, recibir apoyo y cariño.
En todos los sectores hay personas que bajo cualquier principio religioso o moral denostan esta manifestación de autoestima, pero en un grupo es más preocupante que en otros, y hablo de las autoridades que bloquean las manifestaciones o bien se rehúsan a acatar a modificar el Código Civil para permitir los matrimonios entre personas del mismo sexo, a pesar de que el Diario Oficial de la Federación publicó el 31 de mayo la declaración de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que señalaba de inconstitucionales los artículos 140 y 148 del Código Civil del Estado de Nuevo León. ¿De qué lado está el “orgullo”?
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