La crisis que ha generado el coronavirus en el mundo es de dimensiones bíblicas.
Ningún país ha podido mantenerse al margen de la pandemia y nadie- hasta ahora-, puede calcular las consecuencias económicas a nivel mundial.
Un cataclismo para los pesimistas y la oportunidad de resurgir para otros.
El mensaje del presidente ayer fue claro:
No hay tiempos para la depresión sino para la entereza. Para la esperanza…
En cambio, la oposición al presidente López Obrador, se muestra perversa tratando de golpear sin objetivos, cual enemigos desorientados. Una guerra sin cuartel donde no escogen batalla.
Incendiar la pradera en tiempos de contagio y utilizar a los periodistas carroñeros para profetizar que todo saldrá mal, pareciera es la consigna y estamos a nada de correr la suerte de Italia, España o Ecuador.
Así de miserables y desesperanzadores.
Se desesperan por encontrar culpables sin mirar al pasado.
Aduladores de aquellos que aplicaban la política de privatizar ganancias y socializar perdidas están todos descontrolados como operadores de bolsa que suspenden sesiones en Wall Street.
Entienden muy bien como funcionan los mercados internacionales, pero batallan para comprender la bolsa mexicana.
Aquellos que fueron cómplices de la monstruosa desigualdad, están amenazados por el cambio de régimen en tiempos del coronavirus. Les cuesta saber que no habrá rescates financieros ni condonaciones insultantes a la base trabajadora.
Sus negocios con el gobierno terminaron por una generación que se los está llevando a la tumba.
Lo importante es protestar desde la mezcla virulenta de combinar la política, la moneda, el euro, el petróleo, la geopolítica, el contagio, los murciélagos, los doctores y todo lo que tenga impacto en tiempos de incertidumbre para generar una especie de pánico, miedo y terror sin reconocer que la transformación de México nadie la detiene a pesar de los pesares.
Así son los especuladores y los cínicos.
Del mensaje de ayer, lo más destacable es la política de apoyo a la población más pobre y vulnerable del país, esa que siempre está en cuarentena.
La que no va a restaurantes, cines vip, bares, teatros o sale de vacaciones.
Esa población que es la inmensa mayoría de México y que para colmo, padece hipertensión, diabetes y sobrepeso. Para ellos fue el mensaje de esperanza.
Para otros, la oportunidad de volver al abrazo, a las calles, a los teatros, al cine y a un bar para decir: salud, salimos adelante. Los otros, dejar la cuarentena como forma de vida…