La tarde del lunes 23 de diciembre, un día antes de Navidad, fue triste. Desgraciadamente no pudiste romper el conteo de la tercer palmada justo en la tercera caída tras una infección en la sangre.
La muerte te arrebató de este mundo a los 46 años, joven aún y con mucho por dar.
Pero tú no eras cualquier luchador, eras estrella, un ídolo, una figura, un hombre con virtudes y defectos. Eras el rey del guaguancó, el apestoso mayor, el patas agrias, el líder de la Peste Negra: Mr. Niebla.
No volveremos a verte, es verdad, pero nos quedan tus recuerdos y ese carisma con el que te ganaste a los aficionados.
Y es que fuiste un guerrero, tuviste que pelear por tu nombre y te que quedaste con él porque tú eras el único portador de Mr. Niebla y no el otro luchador que también se hacía llamar así.
Estuviste en la esquina técnica y tu estilo era aéreo. Pero para ser un buen luchador también hay que ser un buen rudo y tú fuiste uno de los mejores.
Despojaste de la máscara a Shocker y no fuiste su verdugo porque gracias a ti nació el mil por ciento guapo.
Saliste del Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL) pero no por la puerta de atrás porque tú eras una estrella.
Te fuiste a la empresa de enfrente en donde seguías siendo una estrella y le generaste a Triple A una rivalidad que le dio llenos en sus plazas: tu enfrentamiento con Abismo Negro.
No llegaron al duelo de máscara contra máscara porque tu destino era regresar a tu casa como el hijo pródigo.
Pero no solo volviste por tus fueros, creaste una agrupación que le vino a traer sabor los viernes de la Arena México: la Peste Negra.
El Negro Casas, el Felino y tú conectaron con los aficionados de la catedral de la lucha libre. Decían que no había un líder en la agrupación, pero en el fondo el líder eras tú por tu carisma, por tu irreverencia, por ofrecer un espectáculo diferente a la gente.
Quién si no solo tú podía salir al ring con overol de barrendero y una campana dando vida al personaje del apestoso mayor. O tu clásico escupitajo en el centro del ring que la afición miraba con asombro.
O tu clásica frase al terminar las entrevistas: “Josefina no te lo laves, llego en tres días mamacita”.
Independientemente del personaje con el que le diste un giro a tu regreso al Consejo Mundial de Lucha Libre fuiste un luchador completo, rudo, técnico, en la esquina que te ponían demostrabas tu calidad.
Desafortunadamente los altibajos fuera del ring impedían tu camino como lo que eras, una verdadera estrella.
Pero actitud y ganas no faltaban, te castigaron en el Consejo pero volviste y lo hiciste porque seguías siendo un luchador importante.
Tu máscara, junto a la de Atlantis, era la más cotizada de la empresa. Desgraciadamente una lesión te alejó de los cuadriláteros y la muerte no tuvo paciencia.
Se acabó la Peste Negra.
Adiós Mr. Niebla.