Dice San Jerónimo, a quien los viajes de las mujeres romanas lo ponían loco: “Estate siempre recogida en el silencio de tu habitación, para que tu esposo se recree en el interior de tu casa contigo”… Porque en las sociedades patriarcales viajar no es cosa de mujeres, sino de hombres. Perder el amparo del hogar es arriesgarse, prescindir de la casa familiar es dar lugar no solo a la vulnerabilidad física, también a la puesta en cuestión de la reputación y el orden moral de una virgen, casada o viuda.
De modo que Egeria (s IV), esa maravillosa mujer cuyos viajes se descubrieron en tiempos remotos pero la autoría del famoso Itinerarium solo le fuera concedido en 1902, era de aristocrática cuna, como es dable imaginar respecto de las mujeres romanas que hacían su santa voluntad antes que la Iglesia reprimiera su albedrío.
María Milagros Rivera, en base a la metodología que ha desarrollado el feminismo, aporta un análisis que quiero compartir por su agudeza, y asimismo por el drama que presupone. Ella dice que Egeria, como tantas mujeres, escapa a la prisión que como mujer le ha sido destinada, por medio de los viajes en nombre de su piedad cristiana. Entonces imagino que con el pretexto de visitar los lugares santos, las vías que frecuentara Jesús, las criptas y mausoleos destinados a los santos varones muertos lejos de su tierra natal, animosamente custodiada por el ejército imperial en algunos casos o bien a través de traslados organizados con acuciosidad y dinero, puesto que pertenecía a una familia poderosa, sale del norte de España, de la costa gallega donde habría nacido, atraviesa la Galia (Francia en la actualidad), luego Italia y otras regiones, hasta aposentarse alrededor de lo que sería Constantinopla, para llegar a la región de la prédica de Cristo y sus discípulos.
Siguiendo a la pensadora feminista, así Egeria, escapando a las leyes ordenadas por los hombres en cuanto a que el lugar público les pertenece, no es femenino ni debe serlo, escribe su gozoso Itinerarium. Lo que ha llegado hasta nosotros es la ruta de las tierras de Asia que recorre, incluyendo Egipto y otras regiones para prometerse, ése es el desenlace del texto, regresar a Éfeso, recorrer una vez más la costa del Asia Menor y… ¿no terminar nunca de viajar?
Se supone que el paso del aprendizaje vital tiene tres momentos: 1. Crisis, poner en cuestión las normas; 2. Etapa liminar: transgredir la sal, permanecer en el borde, en el limen, en el viaje, o sea, realizar lo que no está permitido; 3. Reincorporarse al orden establecido, habiendo alcanzado mejor nivel personal y social, vale decir dejar de viajar.
Pareciera no obstante que Egeria nunca se decidió por el regreso porque ello constituiría la pérdida de su libertad y plenitud. El viaje, esa pasión que yo también conozco, era la vida verdadera: de un sitio a otro, parando en hostales y lugares propicios que seguramente por su fortuna podía hallar, caminar o ser transportada según los bríos de cada día, renovarse en paisajes y ciudades antiguas, edificios, templos, criptas, revitalizando así la memoria del pasado y la fe en la religión cristiana. Y sobre todo, lanzar a sus hermanas, “sol de mi vida” las llamaba, su sororidad generosa que auspicia cada paisaje celebrado, cada punto de su itinerario reconocido como histórico, por medio de estos relatos que eran mensajes a ellas y que terminan siendo los más bellos textos de viaje que nos vienen de la Antigüedad.
Pero para todo ello se necesitaba una mujer culta, sabia, leída. Con la posibilidad de comprender los jeroglíficos de la Historia, el ejercicio del cristianismo y la capacidad para hacerse un destino propio. De Egipto, Palestina, Siria, Mesopotamia, Asia Menor y Constantinopla ida y vuelta, pasando por Antioquia, por Edesa, por Jerusalén, Jericó, Nazaret, Tebas, Alejandría, el mar Rojo y el Sinaí, entre los años 381 y 384.
No sabemos el fin de Egeria. No sabemos si siguió viajando y regresó a Éfeso tal como lo tenía previsto en sus notas. Lo único que sabemos es que la reincorporación a la costumbre hubiera sido su derrota. Prefiero soñarla en vuelo, siempre viajera, siempre libre.
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Egeria
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Coral Aguirre
Monterrey /