Cualquier momento resulta adecuado para reflexionar en torno al amor, el placer, la soledad y las decepciones. Grandes poetas y filósofos, hombres y mujeres, de todos los tiempos han analizado las pasiones humanas desde diferentes ópticas.
La destacada poeta canadiense Anne Carson ponen énfasis en el Eros: dulce y amargo, el amor, dice.
En el libro Eros (1986), Carson medita sobre la naturaleza de eso que llamamos amor: el romántico y el deseo erótico o carnal: “La belleza no es ningún secreto. No me avergüenza decir que lo amé por su belleza. Como volvería a amarlo si lo tuviera cerca. La belleza convence”.
De soledades, mar y espacio y tiempo aborda Emily Dickinson, estandarte de la poesía estadounidense. Emblemática mujer en su obra recurre al amor, la inercia y la soledad: “No es que el morir nos duela tanto – / No es que el morir nos duela tanto –/ Es el vivir – lo que nos duele más – /Pero el morir – es un camino distinto – / Una variedad detrás de la puerta – / La costumbre sureña– del pájaro –/ Que antes de que lleguen las heladas –/ acepta una latitud mejor – / Nosotras – somos los Pájaros – que se quedan/ “. (Extracto del Herbarium, 1830 – 1889)
Marguerite Dumas, Edna San Vincent, Annie Ernaux, Angela Dabis y Alejandra Pizarnik recorren los laberintos humanos, los cuerpos que extrañan, la vida abstracta del amor no correspondido, el añorado: el absurdo reconstruido y mitificado en la memoria.
Duras habla de la contundencia: “Ningún amor puede sustituir al amor”. Conocida como la poeta de la soledad (también), Marguerite (Saigón 1914-París 1996) tiene como novela emblemática, El amante, multicitada obra seudobiografía que narra los encuentros eróticos, las añoranzas y la vida con su amante chino Lee Von Kim.
Edna Saint Vicent afirma que “el amor no lo es todo: no es comida ni bebida. Ni sueño ni un techo sobre tu cabeza contra la lluvia; ni una tabla que flota para los hombres que se hunde”, última sentencia que —puede atribuirse a los romances del cine de Hollywood— quien no recuerda a Jack, hundiéndose imperturbable, en las profundidades de mar congelado. La Joven Rose entre suspiros y una tabla que no se hunde. (Titanic, 1998)
Y es que el amor son pequeños espacios donde a veces caben dos, pero por lo regular siempre se expende, vive, convive y añora solamente una persona: el amoroso, la amorosa, que calla y que tiene el espanto en la mirada, como lo alude Jaime Sabines. “Ahora yo no busco la verdad en el amor”, afirma Annie Ernaux.
Celeste Ramírez