En la cotidianidad es mucho más sencillo y menos comprometido explicar la negación a las preguntas o los retos. Ello encarna múltiples factores que le dan sentido y razonamiento a lo negativo de las cosas, no compromete, no explica, no justifica… simplemente el NO, nos exime de explicaciones enredosas que puedan complicar la toma de decisiones. Y en su lado opuesto, en todos los sentidos está el explicar el sí, ello nos compromete, pues la declaratoria simple de una afirmación, genera compromiso.
Les comparto mi compromiso con el sí, que tiene que ver incondicionalmente con lo más importante para mí: la familia, no desde de la visión tradicionalista, sino entendiendo que hoy, afortunadamente, existe la libre expresión de acomodarse desde la posición que cada persona haya tomado en su vida, porque a final de cuentas todos formamos parte de la misma tribu, el mismo clan, la misma especie: la humana. Necesito dejar en claro que mis ideas no están cargadas de antigobiernismo o un tufo antipartidista. Ya con lo que nos enfrentamos todos los días es suficiente enojo.
Considero que ahí es el inicio para refundar todo aquello que tenga que ver con lo ciudadano, incluso a la República, ya que, como en toda sociedad, la familia es el principio gregario en el que confluyen individuos, que dan sentido a todo aquello que nos distingue como personas, y como país, es el lugar donde aprendemos la importancia de los valores, la fortaleza de los principios, y el amor de los nuestros, así como el respeto a las leyes, y la necesidad de la gestión política… con decencia.
En este sentido, hoy, en estas tierras, convivimos y nos enfrentamos a un país que se está desgajando, perdido en su laberinto, en el que la falta de reconocernos como humanos nos está llevando a la indiferencia frente al dolor ajeno, donde apenas somos capaces de sentir, ante una masacre televisada o el feminicidio de la semana, una emoción de bolsillo, apenas desechable.
Lo vemos en la tele, nos indignamos enseguida, y a los cinco minutos cambiamos de señal, sustituimos la emoción, a veces, por simple distracción… hasta la próxima noticia del horror. Es hoy una sociedad injusta y enferma en la que la indiferencia se convierte en un imaginario escudo protector del compromiso y la crítica.
No es muy complicado saber que esta situación no es buena para la gente, para el Estado de México, para nuestra Patria grande, y que las cosas deben de cambiar. Siempre que el mensaje llegue a un oído receptor, es que nuestra tarea se está cumpliendo, que la causa de remendarnos está cundiendo.