Dijo hace unos días Claudia Sheinbaum que no es fuego amigo el que está padeciendo Omar García Harfuch desde que se registró para competir por la candidatura de Morena para la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, sino “parte del proceso”, vaya usted a saber qué quiere decir eso.
Frente a la reiteración, en el último informe de la COVAJ, que García Harfuch había estado en algunas reuniones posteriores a la noche de Iguala –reveladas hace un año por El País- “que no tuvo nada que ver con la construcción de la verdad histórica”.
También ha dicho, contestando sobre si García Harfuch es su favorito, que “ni el presidente del partido ni yo estamos favoreciendo a una u otra persona, muy mal haríamos en eso”.
En fin, cosas que se tienen que decir en estos tiempos de competencia electoral.
Lo que importa, sin embargo, no es lo que Claudia declare sino lo que haga en las próximas semanas.
La decisión de Claudia, seguramente consultada y aprobada por el Presidente, tiene una lógica electoral. La Ciudad de México está en juego. Así lo demuestran las encuestas, el resultado de la elección del 2021 y la historia de una ciudad gobernada por la izquierda y sus partidos hace un cuarto de siglo; los votantes a veces quieren el cambio por el cambio mismo.
García Harfuch es nuevo en ese grupo, no militante, que aparecía como el mejor posicionado en las encuestas, no las de Morena, sino en las de toda la ciudad rumbo al 24 con posibilidades reales de ganar a quien ponga el frente opositor.
No sé si Sheinbaum y su equipo previeron el aluvión de críticas y descalificaciones desde su campo, contra su candidato, en estos pocos días. Tal vez supusieron que como en otros tiempos –muy tricolores--, el bastón de mando servía para cualquier cosa. Evidentemente no es así.
Si Claudia se empeña en Omar y resulta el candidato (ya ven cómo son las encuestas de “flexibles”) habrá que ver el costo que esta fractura tiene no solo en la CdMx sino en la conformación de equipo en la presidencial, así como en las decisiones sobre candidatos al Legislativo en que la candidata, de ser presidenta, necesita leales, más que morenistas.
Y por último, la manera en que Claudia salga de este atorón nos mostrará algo de su capacidad de enfrentar un lío político causado por su decisión.