Quedará para la historia —la mala— cómo el corcholatismo afecta la tarea gubernamental con lo que vimos ayer.
Primero: la respuesta que el secretario de Gobernación le dio ayer a Joaquín López-Dóriga después de la tragedia en Ciudad Juárez, en la que murieron 38 migrantes y hay 30 lesionados.
Dijo Adán Augusto: “Y por qué el secretario de Gobernación quiere hablar sobre estos temas si él no es el encargado de operar el sistema migratorio”.
—¿Quién es? —preguntó Joaquín.
—Aunque formalmente es la Secretaría de Gobernación, para efectos administrativos, hay un acuerdo al interior del gobierno y es Marcelo, el secretario de Relaciones Exteriores, quien se encarga del tema migratorio. Pues primero es un asunto de trabajo en equipo, de responsabilidades compartidas y por eso. En este y en otros temas, pues tenemos que dar la cara a todos por el gobierno.
Casi a la misma hora, el secretario de Relaciones Exteriores, ese que según Adán Augusto “opera el sistema migratorio”, nos enseñaba en redes sociales, él muy sonriente, varias fotos de su visita adonde se construirá la planta de Tesla. El INM no depende de la Secretaría de Relaciones Exteriores, pero los acuerdos con Estados Unidos por los que esos migrantes estaban en ese lugar sí los ha negociado el canciller.
El corcholatismo y la tragedia.
El asunto no es nuevo ni solo de este sexenio, pero en este gobierno que se dice tan de izquierda y humanista, por las presiones agravadas por la llegada de Trump a la Casa Blanca, los migrantes no han sido más que una moneda de cambio para lograr objetivos comerciales y/o económicos. Y nos hemos prestado a cualquier barbaridad para convertirnos en el primer muro, con todo y soldados y prisiones —a los que les llamamos centros “temporales”— y deportaciones.
Ayer el Presidente, al informar del caso, dijo que “esto tuvo que ver con una protesta que ellos iniciaron a partir, suponemos, de que se enteraron que iban a ser deportados, movilizados, y como protesta en la puerta del albergue pusieron colchonetas del albergue y les prendieron fuego, y no imaginaron que esto iba a causar esta terrible desgracia”.
¿Fue su culpa?
Los migrantes murieron o quedaron heridos cuando estaban bajo el “resguardo” del gobierno mexicano, en una instalación del gobierno de México, cuidados —es un decir— por funcionarios públicos del gobierno mexicano.
Pues sí, fue el Estado, o ¿cómo era?