Ha dicho el Presidente que lo de la política no solo es un asunto de capacidad sino también de suerte. En pocas cosas ha tenido tanta suerte como en el hecho de que la fiscalía federal estadunidense decidió perseguir, juzgar y encarcelar a Genaro García Luna.
Ahora nos enteramos de que la Fiscalía General, siempre al servicio de Palacio, involucra a García Luna con el asesinato de Colosio.
El caso tiene que ver con Jorge Antonio Sánchez Ortega, agente del Cisen en 1994 enviado a reportar la visita a Tijuana de Luis Donaldo Colosio cuando fue asesinado por Mario Aburto. Por una mancha de sangre en su ropa fue detenido como sospechoso. Se le hizo una prueba de rodizonato que descubrió que tenía huellas de plomo en la mano derecha, algo, por cierto, que sabemos desde entonces, no es un nuevo descubrimiento.
El informe publicado en el año 2000 por la Comisión Especial dedica 76 páginas a Sánchez Ortega (tomo III). Por qué estaba ahí, qué hizo los días anteriores, quién lo mandó, por qué no aparece en los videos cerca de Colosio, por qué la mancha de sangre, por qué el plomo en la mano; él declara varias veces, sus amigos, sus jefes, sus compañeros, los que le hicieron la prueba. Se consulta al FBI sobre la confiabilidad de la prueba de rodizonato, la ausencia de plomo en la chamarra, las características de las manchas.
La conclusión: no hay elementos para probar que estuviera involucrado.
Pero, es cierto, García Luna a sus 26 años trabajaba en el Cisen. Él mandó a Sánchez Ortega a matar a Colosio —piensa Gertz—. García Luna, Tello, entonces Salinas. Sonríen en Palacio.
Dice Cass R. Sunstein en su libro sobre conspirólogos: “Las teorías de la conspiración generalmente atribuyen a ciertos agentes poderes extraordinarios: planear, controlar a otros, mantener secretos, etcétera. Aquellos que creen que esos agentes poseen tales poderes es especialmente improbable que presten atención respetuosa a los desacreditadores, quienes, a sus ojos, pueden, después de todo, ser agentes o engañados de los responsables de la conspiración en primer lugar.
“Debido a que los detractores no son confiables, la técnica más simple para disipar creencias falsas (y también dañinas), proporcionar información creíble, puede no funcionar para las teorías de conspiración. Esta resistencia adicional a la corrección a través de técnicas simples es parte de lo que hace que las teorías de la conspiración sean distintivamente preocupantes”.
