En 2012, después de muchos años de intentarlo, de grillarlo, un miembro de eso que llamamos Grupo Atlacomulco llegó a la Presidencia de México. Varios priistas mexiquenses habían sido precandidatos, aspirantes frustrados a gobernar el país después de gobernar el estado con más votantes del país. Siempre estaba claro que ese PRI era de muchas maneras otro PRI, uno con sus propias formas y lealtades que no pocas veces tomó e impuso decisiones dentro del tricolor.
Once años después, en su tierra, la que han gobernado desde siempre, el PRI se juega buena parte de su futuro.
Bien dice Bernardo Barranco en su introducción al libro El regreso al infierno electoral (Grijalbo): “En la batalla electoral de 2023, el PRI afrontará su sobrevivencia tanto a nivel estatal como nacional. Si pierde la elección entrará en un tobogán de extinción. Así de contundente. La elección a gobernador no es una edición más, en definitiva: el PRI se juega su disolución. Se tendrá que resignar a ser como el Partido de la Revolución Democrática, un partido reducido. La elección mexiquense es un punto de inflexión, está en juego la larga historia del PRI en la entidad y todo su andamiaje institucional en algunos casos ya oxidado que se ha forjado a lo largo de décadas. No nos referimos solo a estructuras ni a diversas generaciones de militantes, sino símbolos y referencias de potestad absolutista, lenguaje y códigos de poder que imperan en la cultura política de la entidad. Todo ese ensamble político y burocrático se ve amenazado como pocas veces en la historia”.
Mal haría cualquiera de los contendientes en confiar demasiado en las encuestas —basta ver las últimas publicadas antes de la elección de 2017— no solo porque será una elección apretada, sino porque las elecciones del Estado de México también se tratan de otras cosas: movilización, acarreos, chantajes contra programas sociales…
El grupo morenista detrás de Delfina sabe de eso, no es gratuito que la candidata tenga una resolución en su contra por cobrar diezmo en Texcoco. Los priistas del estado utilizarán con todo la “Tarjeta rosa” y otras formas de chantaje.
Otra clave será la decisión de Juan Zepeda de aquí al registro de candidatos. En una elección apretada sus votos podrían resultar la clave.
Y después de la elección, si el PRI pierde Estado de México su posición en la alianza rumbo a 2024 se debilitaría. Si gana, a ver quién los aguanta.
Carlos Puig@puigcarlos