Después del notición del jueves, cuando dos de los grandes líderes de la criminalidad mexicana fueron detenidos en Estados Unidos por autoridades de aquel país, nos hemos llenado de las cosas que generalmente llenan esas horas y días posteriores a un evento de tal magnitud. Que si fue un evento pactado con las autoridades, que si fue una traición de uno a otro para lograr mejores condiciones para algún pariente, que si fue una movida maestra de alguna de las agencias estadunidenses.
Cuestión de tiempo y de que los procesos lleguen a los tribunales estadunidenses para que nos vayamos enterando de cómo fue. Ya vendrán en unos meses o años las series documentales en las plataformas o la nueva temporada de Narcos, un par de novelas y algunos libros de no ficción o algún podcast. En todas esas versiones se tropezará un poco, como siempre, la verdad con la mentira, la leyenda con la cruda realidad. Así pasa. Nada de qué escandalizarse.
Hay una cosa que el evento del jueves sí confirma con mucha claridad: el absoluto fracaso del Estado mexicano desde hace muchos años para procurar la justicia y la seguridad de los mexicanos.
Hace décadas que El Mayo Zambada era el capo más importante del país. Más aún después del arresto de su amigo y socio Joaquín Guzmán. Como se lee en las notas de estos días, El Mayo nunca —lo repito, nunca— ha pisado una prisión mexicana.
Tres décadas al frente de una enorme organización criminal y ni Ejército, ni Marina, ni Policía Federal, ni Cisen, ni CNI, ni Guardia Nacional, ni PGR, ni FGR, ni AFI, ni AIC… Ninguno, nadie pudo dar con el líder criminal más famoso y buscado de México.
Si eso no demuestra un Estado fallido, no sé qué más necesitan para verlo. Si eso no demuestra el estado de las instituciones que se supone debieron ponerle un alto, entonces ¿qué?
En su entrevista de hace 14 años con don Julio Scherer, Zambada le dijo:
“Un día decido entregarme al gobierno para que me fusile. Mi caso debe ser ejemplar, un escarmiento para todos. Me fusilan y estalla la euforia. Pero al cabo de los días vamos sabiendo que nada cambió”.
—¿Nada, caído el capo?
—El problema del narco envuelve a millones. ¿Cómo dominarlos? En cuanto a los capos, encerrados, muertos o extraditados, sus reemplazos ya andan por ahí.
Pues sí. Cambiemos narco por criminalidad en lo que dijo y sí.
Razón tenía El Mayo. En el país de la impunidad sale barato ser él u otro. Y atrapa criminales otro criminal. Eso dice el abogado del atrapado.