Cultura

Memoria de la sensibilidad

No se puede tratar cabalmente un asunto tan complejo como el de la literatura después de la gran guerra, sobre todo cuando el fenómeno no es literario ni filosófico, sino ideológico.

Hans Jonas (19903-1993) en sus Memorias (2005) considera que los problemas filosóficos planteados por los grandes pensadores están sesgados por su pensamiento religioso  y su status económico.

A su consideración, el problema nazi estaba en segundo término: los que tenían malicia y dinero emigraron al empezar el acoso y los que tenían un grado de ingenuidad se quedaron, con las consecuencias ya bastante conocidas.

Irène Némirovski retrata muy bien lo segundo en su novela “Suite francesa”, publicada póstumamente por sus hijas.

Las luchas ideológicas revelan las diferencias de clases sociales, status económico y la visión de futuro.

Theodor Adorno y Max Horkheimer publicaron en Estados Unidos su Teoría Crítica y regresaron a Alemania tras el triunfo de las fuerzas aliadas para conformar la Escuela de Franckfurt cuyas bases filosóficas son Hegel, Marx y Freud.

Sin embargo, las atrocidades los llevaron a separarse de lo real. Su Teoría Crítica (también llamada freudomarxista), que termina con Habermas, es teoría de la teoría, lo que se analoga a la metaliteratura, es decir, metáfora de la realidad, realismo mágico, la nueva novela, la metafísica budista (en Cortázar), islámica (en Borges), hinduista (en Paz) y la deconstrucción (en la poesía, el cuento y la novela guadalajareños).

Si la expresión literaria es la memoria de la sensibilidad, del aspecto amoroso, de hombres  mujeres, ¿de qué manera escribir después de estas atrocidades, sino evadiendo la realidad?

La propuesta de Adorno olvida que hubo, que hay, gente que ha aprehendido a escribir para rellenar sus huecos existenciales, esos estados de conciencia que han hecho suyos para lograr un status en el mundo de la letras.

Rosalía de Castro vivió en los tiempos en que Cataluña estaba segregada por los españoles ibéricos, igual que las comunidades wirrarikas en los años 60.

Por su condición de mujer tradicional no podía huir abandonando a sus hijos y marido, aunque le fuera insoportable la condición social de su pueblo. Su genio lo usó para reflejar su dolor por lo social que se proyectaba en lo individual.

Las atrocidades que vivía la motivaron a hablar de ellas, cosa que no hicieron los judíos alemanes sino hasta el fin de la guerra, como queja de la víctima en contra del poderoso, y que los poetas mexicanos hicieron de inmediato con el asunto de Ayotzinapa para mantenerse incrustados en el erario federal y estatal.

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Carlos Prospero
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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