Cultura

Lo aparente por lo verdadero

La lengua española, como es bien sabido, tiene dos características de fondo: una, que el hablante solo puede pronunciar en una sola emisión de voz una frase de siete u ocho sílabas; la segunda es la supremacía de las palabras graves sobre las agudas y esdrújulas.

Además de estas dos hay una tercera que perdura, sobre todo en algunas construcciones poéticas, la sintaxis latinizante, que coloca el verbo al final de la oración, como en el latín, considerada forma arcaica de la construcción.

Estos elementos son parte del habla común de todo hispanohablante. No hay que realizar  ningún esfuerzo extra, pues así hablamos (se puede comprobar hablando en voz alta y prestando atención a lo que se dice en una sola emisión de voz). En esa forma de hablar y consecuentemente de escribir no hay, como dije, ningún tipo de trabajo consciente, y por eso en la poética se habla de versos de arte menor, aunque eso no significa que sean de menor valía, como podemos ver en estos versos de Espronceda:

Con diez cañones por banda,

Viento en popa a toda vela,

No corta el mar, sino vuela,

Un velero bergantín.

Sin embargo, los versos de arte mayor, de 10 sílabas en adelante, necesariamente implican un esfuerzo en el habla, una mayor conciencia en lo que se dice y no se diga en la escritura, como nos dice Quevedo:

Cerrar podrá mis ojos la postrera

sombra que me llevare al blando día,

y podrá desatar esta alma mía

hora, a su afán ansioso lisonjera;…

Aparte de mandar al carajo al verso tradicional, a imitación de los simbolistas y modernistas franceses, los que hacen versos en español mexicano se inclinaron por el verso libre, basados en las malas traducciones de Hojas de hierba, que les hicieron creer que es lo que no es. El verso libre en inglés se asienta en la métrica latina (no son al “ahi se va”) y en el versículo bíblico, en tanto que el verso libre mexicano, que se ha vuelto más bien de carácter prosario, se ha reconvertido en un verso de arte menor, “un verso sin esfuerzo”.

Fuera bueno o malo Mallarmé, Valery no lo sabía, porque su enamoramiento lo encegueció. Así se enamoraron del verso libre, no de Whitman, de la forma no de la esencia, normal en una sociedad donde lo aparente toma el lugar de lo verdadero. Whitman usó el versículo bíblico para su poesía, cosa que los versolibristas mexicanos no han hecho con los evangelios, aunque podrían tratar. Nunca es tarde.

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Carlos Prospero
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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