Un deseo es un deseo, y todo mundo tiene uno tan grande que lo llama sueño.
Decía un amigo que su deseo era equivocarse, porque la realidad le mostraba que no estaba errado en sus apreciaciones sobre el porvenir de la sociedad.
Muchos como él tienen un gran deseo en relación con las cosas del arte y la cultura.
Una gestora de cultura preguntaba “¿qué harías si te tocara el área de Cultura de un ayuntamiento?” Otros desean que haya cambios, pero todos piensan dentro del mismo marco de referencia: el Estado como administrador general de las cosas del arte y de la cultura.
Pero el Estado es el gran padre de todos los artistas, que sólo puede tener dos actitudes, padre protector y padre crítico.
Como tal, tiene unos hijos consentidos y otros que no lo son.
Como padre crítico, objeta, critica, regaña, pone fuertes límites, pide que le justifiquen lo que quieren hacer. Como protector proporciona, acepta, apapacha, es manga ancha y hasta “barco”. En esa actitud, sólo es protector con unos cuantos y crítico con la mayoría.
Hay artistas que se sienten libres y que pueden hacer lo que les da la gana, y lo hacen, y por lo mismo se ven frente a un padre crítico. Hay quienes creen que necesitan del apoyo del padre y hacen todo lo que él quiere y obtienen todos sus apoyos, aunque no todos los protegidos por el padre tienen el mismo talento, ni cuantitativos ni cualitativo. En un periodo de cuarenta años, hay quien ha escrito más de ochenta libros en todos los géneros literarios, hay quien sólo ha escrito unos dieciséis y otros cuyo total de páginas tipografiadas no llegan ni a quinientas, a pesar de que los tres recibieron apoyos incondicionales del gobierno-padre protector.
Ahora hay una esperanza de cambio con la llegada de nuevos administradores de la cosa pública, aunque hay que tomar en cuenta que sólo serán hombres en el mando, pues la actitud general del Estado seguirá siendo la misma.
Cualquier sujeto en la dirección del área de Cultura hará lo mismo que ha hecho la actual administradora, que no es otra cosa que ejercer la obediencia a quien manda.
Los que hacen arte deberían ser tan libres que no necesiten ni un peso partido por la mitad del Estado y habría que cambiar la idea central de todo esto: el Estado no tiene obligación de apoyar a los que hacen arte, pues el apoyo es para los individuos y no para el arte, entendido como una idea de libertad.
La realidad contra el deseo
- Los caminos no vistos
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Carlos Prospero
Ciudad de México /