Para los años 90 ya no había hombres de férrea voluntad; esta fue la del consenso, el acuerdo de mayoría, la democracia.
Al acabarse el ejercicio de la voluntad, se acabaron los genios y de esos deseos inconscientes surgió la idea de la grandeza divina decantada por las guerras, la destrucción de las ciudades, la muerte de miles de hombres y la hambruna.
Los filósofos, cuyo objetivo es la organización sistemática de las ideas dispersas que permean la actividad de hombres y mujeres, organizaron otro sistema de vida, otra visión del mundo, que se encabalgó en aquellas ideas anteriores.
Esas ideas anteriores, asentadas en el subconsciente de hombres y mujeres, salen a flote ante circunstancias problemáticas fuertes y se imponen a las ideas nuevas.
El cultivo de la voluntad es parte del pensamiento racionalista de las filosofías de Descartes y de Kant para quienes es necesario conquistar el mundo. En cambio, las ideas del movimiento, que no necesitan de la memoria sino de la inteligencia, sólo requieren que el hombre siga mentalmente lo que ocurre en el mundo, buscando una explicación de las causas y los efectos
Hegel sólo busca explicarse por qué pasa lo que pasa, como un espectador.
La mente actual es exploratoria del mundo y del hombre mismo, con el fin de describirlos, de saber cómo son y cómo funcionan.
Describe, porque no puede querer conquistar lo que ya está conquistado.
Ruth Benedict, en “El crisantemo y la espada” quiere saber por qué los japoneses de una comunidad de Estados Unidos actúan como lo hacen, para comprenderlos. No los quiere conquistar; ellos, por decirlo de alguna manera, desde el momento en que viven en territorio estadounidense, ya lo están. Sólo quiere conocer su “modo de ser” para explicarse por qué actuaron como lo hicieron durante la guerra.
Describir para conocer cómo es algo, qué partes lo conforman; no su esencia, pues la fenomenología considera que un objeto se conoce si se conocen sus partes y cómo actúan éstas dentro de la totalidad en la que están inscritas.
Ahora se puede revisar qué era esa voluntad y describirla, conocer sus partes y descubrir la función de cada una de ellas dentro de la totalidad, para saber cómo es que se materializó esa voluntad férrea que llevó a los hombres a hacer la guerra y a las mujeres a sobrevivir bajo el estrés que este fenómeno social crea.
Esto se podría transpolar a cualquier área del conocimiento, un análisis inmanente de los objetos para descubrir por qué cada cosa es como es.