Los filósofos idealistas pronto se dieron cuenta de la incapacidad del lenguaje directo para expresar las ideas que estaban generando, así que decidieron utilizar el lenguaje figurado que les permitiría, de acuerdo a su modo de ver el mundo, expresar con mayor precisión sus ideas, pero como el lenguaje figurado se sitúa en el orbe de la imaginación pronto se hallaron con una filosofía imaginativa y pasaron de los conceptos a las imágenes.
El lenguaje figurado tiene sus propias características, y su uso pasó de representar ideas y conceptos a presentar imágenes y metáforas inexistentes en la realidad.
El uso de sinécdoques, metonimias, imágenes, y las licencias en la construcción sintáctica (anacolutos, hipérbatos, etc.) hizo a un lado los contenidos filosóficos, la reflexión sobre la naturaleza, el hombre y Dios, y se enfocaron en el decir bien lo que querían decir sin importar lo que dijeran.
El lenguaje pasó de ser un instrumento de comunicación a objeto de conocimiento. Una entelequia con vida propia que se desarrolla voluntariamente.
Aunque no pague, el lenguaje manda a los hombres y mujeres y los dirige en lo público y lo privado.
En este contexto, Lacan lanzó la hipótesis más descabellada en relación con lo inconsciente y fue su piedra de toque.
El que el inconsciente se manifieste o tome forma en el lenguaje desconectó a la libido del inconsciente y de su problema directriz.
La preferencia sexual de Lacan le permitió derribar la barrera entre el psicoanálisis y el pensamiento cristiano dominante.
Si el inconsciente toma forma con el lenguaje, el lenguaje es el inconsciente y por lo tanto si se modifica el lenguaje se transforma el inconsciente, falacia que hoy domina en todos los orbes en donde el lenguaje es un instrumento privilegiado.
Psicoanalistas, poetas, novelistas, dramaturgos, ensayistas, ofrecen discursos en lo que lo importante es decir bien lo que se dice, no importa lo que se diga.
Se dice que el lenguaje nos convoca, nos pone frente a frente en un diálogo para que nos comprendamos y comprendamos al mundo, es el argumento que le da influencia sobre los hombres y mujeres.
De esta manera, la filosofía idealista, sobre todo la metafísica, se ha impuesto a todo el mundo, creando un mundo unitario, pues el lenguaje hace salir a los individuos de sus encerramientos, de su solipsismo, para compartir su mundo con otros y comprenderse mutuamente como si fueran hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza, y olvidar, aunque sea mientras están hablando, la culpa que traen cargando en sus espaldas desde los tiempos de Adán y Eva.
Del Fetichismo del Lenguaje III. (Tercera y última)
- Los caminos no vistos
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Carlos Prospero
Ciudad de México /