Al sellar el compromiso de rescate y saneamiento del río Santiago en el primer acto como gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez, realizó también su primera apuesta temeraria y de equivocado cálculo político.
Prometer que se va a revertir en un sexenio las décadas de abandono, corrupción, apatía e indolencia que trajeron como consecuencia la formación del río más contaminado de México, sólo puede comprenderse por un profundo desconocimiento del problema y la arrogancia de quien llega al nuevo cargo y piensa que podrá con todo.
Tres años y cuatro meses después de la promesa vertida en los márgenes del apestoso afluente, el río sigue tan contaminado como siempre, el gobierno estatal presume haber invertido cientos de millones de pesos en plantas de tratamiento de aguas residuales, pero en este lapso pasó de 64 al 69 por ciento de saneamiento.
Por si fuera poco, aunque la mayor parte de las inversiones se han concentrado en ampliar la macro planta de tratamiento de aguas negras del Ahogado, en realidad el problema es ocasionado por las más de 10 mil industrias que a lo largo de la cuenca Lerma-Chapala-Santiago terminan por depositar sus desechos tóxicos en completa impunidad.
Se trata, por supuesto, de un grave problema que corresponde también al gobierno federal que desde hace muchos años abandonó a su suerte al Santiago, que hasta la Organización de las Naciones Unidas lo identifica como el afluente más contaminado del país.
Aunque en teoría las industrias asentadas a lo largo de la cuenca deben contar con sus propias plantas tratadoras de residuos, sobre todo con trampas para metales pesados, éstas no cumplen con estas disposiciones de ley, mientras que organismos como la Comisión Nacional del Agua y la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA), deberían de supervisar el cumplimiento de las normas.
En Jalisco, donde existen unas 750 industrias en el Río Santiago que vierten sus desechos directamente, solo unas 70 empresas fueron inspeccionadas en cinco años (unas 14 por año) y tan solo una fue multada por el equivalente a 86 mil pesos.
Los industriales con un cinismo desbordante, sostienen que es más rentable pagar las multas que invertir en infraestructura que someta a tratamiento sus aguas residuales, pese a que por ley están obligados a realizarlas. ¿Pero qué es lo que contienen las aguas y lodos del Río Santiago que lo convirtieron en el más contaminado de México?
En principio, a lo largo de la cuenca, al Santiago le llegan fertilizantes, herbicidas y otros químicos que se emplean en los cultivos, algunos de los cuales están prohibidos en otras naciones.
Luego siguen los procesos químicos donde figuran aluminio, fósforo, nitrógeno, mercurio, bario, entre otros metales pesados que no son tratados en las plantas de tratamiento convencionales que no procesan estos contaminantes.
Y pese a este panorama de crisis ambiental, el gobierno estatal persiste en su actitud de ver el vaso medio lleno (y limpio). En su portal de internet, denominado “Revive el Río Santiago” con la estrategia integral para su recuperación, hace un recuento de las inversiones efectuadas para su saneamiento y enmarca distintos ejes de atención al problema:
Gobernanza, en una efectiva colaboración con la ciudadanía; Ciudadanía saludable, con medidas de prevención y atención a la salud; Patrimonio natural, para recuperar condiciones del ecosistema; Equipamiento y Servicios; Fuente de Desarrollo económico y Cultura de la Legalidad, donde se asegure el “cabal cumplimiento de la normatividad ambiental”.
Sin embargo, una visita al espumoso salto de agua en el puente que divide a El Salto y a Juanacatlán, a las 12 horas de estos calurosos días, nos permitirá ver y oler el tamaño de la resurrección del río Santiago.
(Lo invito a que me lea, escuche y vea en www.paraleloveinte.com).
Carlos Martínez