En los logros y victorias individuales habrá siempre el apoyo y la contribución de una o más personas. Este aporte, que es positivo para nuestra vida, nos permite ser quienes hoy somos, pues significó que alguien creyó en nosotros, tendió su mano y nos respaldó. Ante ello, suele haber algún tipo de respuesta que puede expresarse de diversas maneras, pero que indica, en la forma y en el fondo, una acción de gratitud.
Ser agradecidos es el gesto más elevado de corresponder a otro. Es, en esencia, un acto de humildad que, al ejercerlo, nos ennoblece. A la madre o a los abuelos por sus cuidados y enseñanzas; al padre que se esfuerza todos los días por ofrecernos provisión y bienestar; a los mentores y colaboradores que demuestran su servicio con tiempo y dedicación; al vecino que nos auxilia en pequeños detalles o a las compañeras y compañeros con los que libramos batallas, extraordinarias o cotidianas, y nos favorecen con su amistad.
Gratitud es valorar la oportunidad que nos fue dada, es apreciar la confianza que se nos brindó, es reconocer y proceder en reciprocidad. La gratitud es uno de los valores más humanos y entrañables. Es resultado de una formación, sí, pero es también una reacción natural, espontánea y franca. Retribuye, a través de un gesto físico y sentido, el apoyo conferido y tiende a producir un vínculo indisoluble que permanece y nos fortalece.
La gratitud se expresa hacia los seres humanos, pero también se puede estar agradecido con una institución, una comunidad o un país. En cualquiera de los tres casos se prescinde de personas concretas, pues el motivo de nuestro agradecimiento apunta a un conjunto genérico que ha confluido para recibirnos, ayudarnos a crecer y prosperar. Esto puede ser individualmente o con familia. Me refiero, por ejemplo, a una organización con propósitos específicos de bienestar colectivo, que genera oportunidades para que demos y desarrollemos nuestros talentos y habilidades; o bien, cuando participamos con otros miembros de nuestra comunidad para mejorar las condiciones del entorno y de la convivencia social.
A mi juicio, la gratitud con el país nos permite potenciar al máximo nuestras capacidades, ya que los intereses individuales son sobrepasados para situarse en una búsqueda continua del beneficio general. Correspondemos a la tierra que nos vio nacer, que nos acogió o que decidimos pertenecer. Damos gracias a nuestra nación sirviéndole y amándola, porque es parte de nosotros y somos parte de ella. No me queda duda, en este caso, que tener gratitud con México es la mejor prueba de ser patriota.