Cultura

Memorabilia melomaniaca

Asistir a un concierto suele ser un asunto donde pululan los actos simbólicos y la ingesta de ese tipo se transforma en algo que pasa por la obligación y la celebración, como si se tratara de una liturgia. No importa dónde suceda el trance, con frecuencia la geografía mexicana unifica criterios cuando se trata de estos eventos, incluso pasando por alto el concepto sonoro, la clase de música que se toque e incluso la tendencia imperante.

El acto llega a tener similitud de proporciones sobre todo tratándose de episodios que ocurren al amparo de su institucionalización, digamos en entornos habituales a estas conmemoraciones, como las salas de conciertos, los estadios o alguno que otro recinto. Es curioso, por decirlo lo menos, cómo los parroquianos van en pos del recurso que adorna los tenderetes de las inmediaciones, promovido por locatarios que apostados ahí aprovechan el fanatismo de los asistentes.

El fenómeno cobra forma gracias a una especie de salvoconducto que garantiza que quien estuvo ahí en verdad lo hizo o por el contagio de un fervor acentuado a medida que se aproxima el comienzo del concierto. En cualquiera de los casos y dado que la demanda es enorme, resulta conveniente para los comerciantes el ejercicio de simbolismos que implica la impresión del rostro del artista en turno, el nombre de la gira, alguna frasecilla tomada de una canción o todo en su conjunto.

Camisetas, chamarras, bufandas, gorras, morrales, llaveros, encendedores, libretas, carteles, pulseras, tazas y hasta vasos tequileros, todo vale cuando se trata de consignar el fervor por alguna figura pública perteneciente a la industria musical. Pero el desfile de curiosos no cesa con el comienzo de la celebración, pues al final la horda de entusiastas se sigue apersonando para beneficio de quienes apostaron a vender mercancía, lo mismo dentro del lugar que afuera del mismo.

Cuenta una leyenda urbana que con el final del año se gesta una clase de bazar con los artículos que no encontraron dueño durante los eventos. Y que a menor precio y con alguna dosis de fortuna es posible conseguir el bonito recuerdo del evento. Como sea, no deja de ser curioso que un objeto que puede ser impreso en cualquier otro momento dadas las ventajas que trae consigo la tecnología, sea adquirido como si no hubiera mañana. Supongo que el mérito estriba en estar ahí y aprovechar la dichosa coyuntura y el ánimo mercadológico al son de: ¡Pásele, pásele! ¡Llévese el recuerdo del concierto!


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Carlos Gutiérrez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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