Cultura

Figo o los héroes no abandonan

Nada tan eficaz como el arte de la transferencia. Poner en manos de otro las esperanzas y justificar así el destino de aquello que no se puede controlar. Los otros que se la juegan por el colectivo y que al representarlo asuman los costos que ello implica. Para bien, para mal o para peor.

En esta lógica de la representatividad, el deporte es el recurso ideal para fungir de escenario y qué mejor que sus protagonistas sean los estetas que realizan lances magistrales y encarnan luchas cuya heroicidad les granjea el fervor público, pero que por igual y en cosa de un instante, puede acarrearles el repudio de la grada.

La paradoja es que la lealtad de la masa se vuelve inversamente proporcional al peso de las traiciones, ya sea por incompetencia o por cambio de aires. Veleidosidad que se explica a través de un ejercicio de apropiación simbólica, por el cual el equipo es del aficionado y los dueños son solo franquiciatarios temporales.

Estas reflexiones surgen luego de haber visto El caso Figo, documental de Nextflix en el que se desmenuza el devenir del ex futbolista portugués en su tránsito del Barcelona al Real Madrid. Para quienes acusan desmemoria futbolera quizá el tema tome por sorpresa, pero vale la pena pensarlo para darse una idea del poder que tienen las figuras en torno al vigor.

Más allá de las argumentaciones de los implicados, la base del problema reside en el cambio de aires del lusitano y la histórica rivalidad entre culés y merengues. Y cómo desde su altar de deidad pagana fue objeto de toda clase de ataques, especialmente en la cancha catalana y a través de algunos medios de comunicación.

El escritor Juan Villoro hace una extraordinaria crónica del tema en el libro Dios es redondo. En un segmento del capítulo cuarto, dedicado a La liga de las estrellas, ensaya el caso Figo. Y con lujo de detalle, a través de su impecable prosa da cuenta de las pasiones a las que sucumbieron los hinchas culés cuando el otrora paladín de las gestas locales osó jugar de visitante en el Camp Nou.

El documental, cuya narrativa tiene menos de delicatessen que las palabras de Villoro, pero que se sirve de la eficacia de la imagen, sobre todo a partir de los pietajes de la época que resultan útiles por elocuentes, funciona como herramienta contra el fanatismo. En una época plagada de orates que encaran a los astros de pantalón corto por no poner el talento al servicio de la camiseta, no es un asunto menor.

Ir en pos de la historia de Lucho, el adonis de la tierra del fado y la melancolía, implica tocar tierra en un sitio donde el fanatismo pierde de vista el sentido común y la más elemental de las inteligencias. Por más que ser fanático resulte por definición algo nublado por una suerte de locura y en donde el cerebro suela ser el único que no llegó a la cita con el balón.

Carlos Gutiérrez

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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