Cultura

Discos como canciones

Dicen los baturros que, para gustos, colores; y me parece que no hay fallo en esa lógica. Poco se puede hacer cuando se discute sobre subjetividades, por muy autorizada que sea la voz, porque sea mayoría la que lo dicte o por el mero capricho del ego. Simplemente no se puede hacer gran cosa cuando de gustos se trata, menos discutir o intentar imponer.

Dicho lo anterior, me suelto como gordo en tobogán (no muy gordo, por aquello de los atascos) para compartir una inquietud que me machaca el alma desde hace tiempo. Tengo la sospecha de que hay ciertos discos que, si hubieran tenido la misma impronta que el más famoso de los sencillos que contienen, otro gallo les habría cantado.

Así, la intensísima Amy Winehouse pudo haber ofrecido una producción mucho más disfrutable en Back to Black, de tener más cortes del estilo de Rehab, que más bien fue la excepción en un disco de buenas hechuras, pero que acabó teniendo el halo lóbrego que tanto proyectaba la británica. Una sensación similar me produce El mareo, del LP Mar dulce, de Bajofondo, el extraordinario grupo argento charrúa, sobre todo por el deseo de escuchar más en voz de Gustavo Cerati, no así por la línea del estupendo material fonográfico.

En ese mismo tenor subjetivo encuentro Handle with care, del supergrupo Traveling Wilburys. Entiendo el guiño histórico y la licencia poética que se dieron sus integrantes, pero haber seguido con la huella y el estilo de aquella canción seguro habría traído muchos mejores derroteros para Dylan, Orbison, Lynne, Petty y Harrison. Y no es que fuera poco disfrutable tanto el volumen I como el III (el segundo jamás fue editado), pero el experimento pudo haber dado para más.

Algo similar pasó, creo, con Lágrimas negras, de Diego El Cigala y Bebo Valdés. Quizá la estatura del corte era muy alta para el resto de la grabación epónima, que siendo excepcional deja en el retrogusto sonoro un cierto aire que genera sed de algo más de eso. Y no podría dejar pasar Crazy, de Gnarls Barkley, que hizo converger a Cee Lo Green con Modest Mouse en St. Elsewhere, cuyo concepto se instala con eficacia en la lista.

Y, finalmente, el inglés John Wesley Harding, de cuyo larga duración The confessions of St. Ace sobresale I’m wrong about everything, que genera ganas de que el resto pudiera sonar con el mismo espíritu. Es probable que en ocasiones uno espere demasiado de los discos, o quizá no haya temple, creatividad e incluso suficiente arte para mantener en ritmo una obra con semejante estándar de calidad. Pero lo cierto es que el tema ha funcionado como ejercicio de inventario y también de gusto personalísimo. Menos mal que aún hay cosas fuera de discusión.


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Carlos Gutiérrez
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