Política

Política y contexto

MOISÉS BUTZE
MOISÉS BUTZE

La política anda de cabeza. Los moldes institucionales que la contenían y organizaban están haciendo agua en muchas partes del mundo. También llevan rato funcionando mal los lentes y los lenguajes que solíamos emplear para nombrarla, describirla y explicarla. Para intentar entender y explicar lo que está pasando en la política en México y en muchas partes del planeta, urge hacer a un ladito los lentes conocidos y regresar a hacernos cargo de la importancia del contexto.

Durante varias décadas, el modo dominante de pensar lo colectivo tendió a dejar fuera justo el contexto. Para el análisis social y político “serio y riguroso” basado, en lo fundamental, en la teoría económica neoclásica, las claves explicativas no estaban en lo distinto, lo particular o en los enredos de los contextos específicos. Lo importante en aquella narrativa plana, simple, potente y elegante era lo universal, lo regular, lo cuantificable y lo repetible.

La base axiomática de ese relato consistía en suponer que todo lo social y todo lo humano descansaba en el comportamiento previsible de individuos moleculares, racionales, maximizando —todos, la mayor parte del tiempo— su beneficio personal, pensado este fundamentalmente en términos monetarios. Ahí estaban las llaves maestras para explicar la vida colectiva, para ordenarla, para controlarla y para mejorarla.

Dentro del análisis político, esa narrativa se centró en “la” democracia, en “las instituciones”, y en “el” comportamiento político de individuos pensados como átomos separados y autónomos. El énfasis en categorías universales, y la absoluta centralidad concedida al comportamiento individual frente al peso de las estructuras y la fuerza de los colectivos fue dejando fuera del análisis a los grupos sociales, a las historias particulares de los distintos sistemas políticos, así como a las especificidades institucionales y culturales en la organización del poder político en diferentes sociedades.

En mucho como resultado del éxito rotundo del relato neoliberal dominante en términos de la ampliación vertiginosa del ámbito de acción del mercado y del debilitamiento de las protecciones sociales, sin embargo, se fue cocinando por lo bajo el backlash. Y, de pronto, todo lo que se había quedado fuera de la foto desde la narrativa dominante “reapareció” con fuerza volcánica. Regresaron los grupos, las tribus, los “losers”, los machos más tóxicos, los problemas de gobernabilidad, las emociones desbocadas. Entre estas últimas, destacadísimamente, el rencor, el resentimiento y el deseo de venganza.

Frente a la musiquita ordenada y parsimoniosa de la racionalidad, la técnica, la verdad científica y el progreso inevitable de la humanidad entera caminando hacia la felicidad en clave consumo a bordo del carro de la democracia constitucional y el libre mercado, hizo su aparición una música muy distinta. Caliente, poco armoniosa, rasposa, violenta. Para las élites, ruido insoportable. Para las masas: delirio de gozo, porque es la suya sí, pero también porque a las élites les resulta ofensiva y horrorosa.

Ahí estamos. Armados con lentes analíticos muy sofisticados que dejaron fuera mucho de lo que se nos vino encima y que no nos están sirviendo para orientarnos en este nuevo entorno.

Para tratar de entender y acotar en lo posible, por ejemplo, la posible reconfiguración de un régimen de partido hegemónico en México, hace falta, en primerísimo término, entrarle al análisis fino de nuestro contexto nacional específico (ese que viene de nuestra compleja y muy accidentada historia). También a las particularidades de la política mexicana actual a nivel de territorio, así como a las especificidades de la evolución reciente de nuestra clase política.

El herramental de la ciencia política moderna, esa que hizo suya la teoría económica neoclásica, es poderoso pero no alcanza. Urge dejar de analizar todo en términos de conductas individuales y de suponer al eje democracia – no democracia como el único importante. Toca volver a pensar los aspectos verticales —como los llamaba Sartori— de la política o, como lo ponía Huntington, el hecho de la principal diferencia política entre distintas sociedades no es su forma de gobierno sino su grado de gobierno. Toca, en suma, regresar al contexto a ese que dejamos de lado durante el largo reinado de las regularidades universales. 


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Blanca Heredia
  • Blanca Heredia
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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