En la historia de la humanidad, grandes epidemias han sido capaces de cambiar el curso de la historia. Atenas se derrumbó no por la acción militar de Esparta sino por el contagio de una gran enfermedad infecciosa. Desde la Antigüedad, el temor al castigo divino, está presente como explicación de las epidemias. A lo largo de la historia de la humanidad, las epidemias habían sido expresión de la ira Dios causantes de las principales catástrofes demográficas. Han abundado explicaciones sobrenaturales extravagantes, llenas de mitos que han fetichizado la historia. Los relatos bíblicos han contribuido, en especial el antiguo testamento, ahí Jehová es un Dios interventor. Irrumpe en la historia de su pueblo. Es implacable, vengador y castigador. Las narrativas bíblicas dan pie a dichas narrativas e inciden en las religiones del libro y en la historia de occidente en la cultura, la política y la filosofía de nuestra civilización.
Ya desde el Libro de los Reyes de la Biblia alude a una extraña enfermedad suscitada entre las tropas asirias que sitiaban a Jerusalén, en el siglo VIII a.C. La información que se tiene sobre las epidemias en el mundo antiguo y en la Edad Media es poco clara. Afectaciones, áreas afectadas, daños institucionales, número de víctimas, efectos colaterales.
Sin embargo, la gran pandemia del mundo occidental se desata durante el Siglo XIV, Europa se vio azotada por pestes y hambrunas. Falleció entre un tercio y la mitad de la población europea a causa de la peste negra llamada así por las manchas oscuras que anunciaban su presencia. Ahora sabemos que la enfermedad era peste bubónica.
Será sólo hacia mediados del siglo XIX comenzó a aclararse la etiología de las enfermedades infecciosas, es decir el conocimiento del papel patogénico de los microorganismos y por otra, el descubrimiento de la coevolución del ser humano con los agentes patógenos.
En pleno siglo XXI, la racionalidades científicas y políticas se imponen para confrontar el flagelo del Coronavirus. Excepto en Brasil. La Iglesias pentecostales dan un tratamiento oculista a la pandemia; el Covid 19 es fruto de la acción de satanás. Al que hay que enfrentar con oración y providencia. El problema es que dicho planteamiento se hace política pública con el actual presidente evangélico Jair Bolsonaro que resiste tomar medidas severas. Hay un desfile grotesco de explicaciones, muchos autores brasileños hablan la legión de los imbéciles. Hay que poner fin a estos relatos mágicos y oscurantismos religiosos.