La relación entre Iglesia católica y crimen organizado tiene larga data. Con recurrencia aparecen escándalos por la llamadas “narcolimosnas”. Hay diferentes criterios entre los obispos mexicanos: algunos, frente a la creciente violencia en el país, ven con realismo dialogar y negociar con el crimen organizado; otros obispos se escandalizan o ven inoportuno evidenciar los vínculos históricos.
Las diferentes posturas de los obispos quedaron evidentes en un taller impartido en la Universidad Pontifica de México, los días 14 y 15 de julio. Alrededor de 40 curas y 30 laicos provenientes de distintos estados, participaron en el "Taller para el fortalecimiento de capacidades de negociación en sacerdotes y agentes", organizado por la Iglesia católica.
Los medios dieron amplia cobertura. Siguiendo una entrevista con Monseñor Carlos Garfias Merlos, arzobispo de Morelia, ahí indicó que el objetivo del taller era capacitar los actores religiosos para dialogar con miembros de grupos criminales, a fin de reducir la violencia en sus comunidades, mejorar las condiciones humanitarias de la población y reducir su nivel de vulnerabilidad.
Sin embargo, la Conferencia del Episcopado Mexicano aclaró el 15 de julio que el taller no tenía como propósito entablar negociaciones con organizaciones criminales. Contradiciendo el enfoque de Carlos Garfias, la CEM dijo: “La apuesta no es buscar el diálogo con los grupos delictivos para construir la paz del país, sino socializar metodologías que funcionan con todos los sectores para construir caminos de paz”
No hay que tapar el Sol con un dedo. La relación de la Iglesia con el crimen organizado ha sido muy lucrativa para los obispos mexicanos. Recordemos algunos ejemplos:
a) En 1997 el sacerdote Raúl Soto, canónigo de la Basílica de Guadalupe, dijo en homilía que se deberían seguir el ejemplo de los narcotraficantes como Rafael Caro Quintero y Amado Carrillo, que entregó varias donaciones millonarias a la Iglesia.
b) El padre Gerardo Montaño, reconocido enlace de los obispos para donativos del cártel de Tijuana.
c) 2005 Ramón Godínez, obispo de Aguascalientes, reconoció recibir donativos del narco y bendecir el dinero blanqueado.
d) Salvador Rangel, obispo de la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, medió entre bandas y pidió una tregua electoral.
e) El “Marro”, capo del cartel Santa Rosa de Lima, admite haber dado cuantiosos recursos y terrenos a la diócesis de Celaya.
Desde hace 40 años el crimen organizado ha penetrado los aparatos policiales, el poder judicial, sectores empresariales, partidos políticos... es lógico suponer que también ha tocado a las Iglesias, en particular a la católica.