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La disputa por Nueva Alianza

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  • Bernardo Barranco

Delfina con Morena tuvo más votos que Alfredo Del Mazo del PRI en las elecciones de 2017. El actual gobernador ganó con los votos de sus aliados en la coalición integrada por el Verde Ecologista, Nueva Alianza y Encuentro Social. Los dos primeros ahora son aliados de Morena y podrían representar hasta 5% adicional en la votación para gobernador en 2023. Por tanto, en elecciones cerradas los aliados pequeños valen oro.

La disputa por el control de la dirección del partido de Nueva Alianza (NA) en el Estado de México tiene connotaciones que van más allá de los conflictos internos. NA nació en 2005 bajo el amparo de Elba Esther Gordillo y del poderoso Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Dicho registro nacional lo perdió en la pasada elección del 2018 al no alcanzar el 3% mínimo requerido por la normatividad electoral. No así en el Edomex, donde estuvo arriba del porcentaje.

En diciembre, la prensa comenzó a registrar enfrentamientos por el control de la dirigencia y la representación de NA en el Estado de México. Se registraba una rebeldía de los fundadores frente a los abusos, corrupción y “secuestro” del partido por parte del actual dirigente Mario Cervantes Palomino.

Sin embargo, surgieron nuevas explicaciones del conflicto. La crisis interna que vive el partido NA es consecuencia de la intervención de Rigoberto Vargas y Eliud Terrazas, ambos miembros del SNTE. Es decir, el intento de un golpe de estado al partido por parte de dirigentes sindicales históricamente vinculados al partido en el poder.

Pareciera que la elección del 2023 ha adelantado sus tiempos. Por ello resulta sorprendente la actitud institucional del IEEM, en especial de su presidenta Daniela Durán. El 17 de enero, el IEEM recibió un escrito de los supuestos integrantes del nuevo comité de dirección estatal de NA. Han pasado 22 días sin que haya un pronunciamiento oficial.

Está claro que el IEEM no está acreditado para intervenir en asuntos internos de los partidos, tiene que respetar sus instancias de resolución de conflictos. A través de su dirección de partidos políticos tiene que limitarse a revisar si la solicitud presentada por el grupo disidente es procedente o no. Pero su silencio es intervencionista. Su silencio es cómplice. El IEEM está actuando políticamente. Se dice que en política no hay amistades, solo complicidades.

¿Estamos ante la disputa de unos puntos porcentuales que pueden ser definitivos en una elección nuevamente cerrada? De ser así, que en paz descanse Nueva Alianza.

Bernardo Barranco*

*Especialista en asuntos religiosos y electorales

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