El TEEM ha anulado las recientes elecciones de Tepotzotlán por diversas imputaciones, entre ellas, el uso indebido de lo religioso en la campaña de María de los Ángeles Zuppa del partido Movimiento Ciudadano.
Aunque se espera el fallo final de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), hace unas semanas el mismo tribunal -con decisión dividida- anuló la elección en Tlaquepaque por la intervención indebida del cardenal Juan Sandoval Íñiguez en el proceso electoral.
En 2015, el tribunal federal confirmó la anulación de la elección en el municipio de Chiautla, en el Estado de México, debido a que el candidato Ángel Melo Rojas, del PRI-PVEM, vició el procedimiento electoral y el principio de laicidad.
Es necesario recordar que está prohibida la propaganda religiosa con fines electorales o la injerencia de actores religiosos en el ánimo de los votantes. El artículo 130 constitucional es tajante al respecto. Y atañe al principio histórico de separación Iglesias-Estado al principio de la laicidad, pero no deben confundirse.
El principio de separación, establece que las iglesias no intervienen en los asuntos públicos. Estado e Iglesias son autónomas en sus áreas de competencia para garantizan la libertad religiosa de los ciudadanos. El principio de la laicidad es ante todo la concepción legal de un régimen social de convivencia. Su punto de partida es que las instituciones políticas están legitimadas principalmente por la soberanía popular. Es el pueblo, a través del voto, el que legitima a las autoridades democráticamente elegidas.
En la antigüedad era Dios quien legitimaba a los soberanos. Por tanto, la laicidad emerge como el tránsito de una legitimidad basada en lo sagrado hacia una legitimidad que se sustenta en la soberanía del pueblo, mediante el voto. Finalmente, en la legitimidad democrática.
El pragmatismo de los partidos políticos y su obsesión por ganar votos es regresivo. Los llevan a invocar lo religioso y al pensamiento mágico como aliados electorales. Manipulan los símbolos y la fe del pueblo para posicionarse.
El pragmatismo de la clase electoral, muchas veces incestuoso, es un factor de riesgo real para la consolidación no solo de la laicidad del Estado sino de la democracia. El pragmatismo electoral está llevando a muchos partidos a perder su identidad. En este momento varios institutos políticos padecen una crisis interna y de rumbo preocupantes. Como decía Séneca: "la religión, grande verdad para la gente común, pero falsa y peligrosa para los poderosos".
Bernardo Barranco