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Una encerrona desigual

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Desde el 17 de marzo ya no abriremos la escuela”, me dice la directora de la Asociación Pro Personas con Parálisis Cerebral (APAC), la escuela a la que asiste mi hijo. Se entiende: los niños con discapacidad son más vulnerables a este tipo de crisis sanitarias. Enviarán ejercicios por WhatsApp, ejemplos para replicar terapias físicas en el hogar y otras recomendaciones sobre salud y prevención. “Estamos haciendo un listado de las familias de menos recursos para apoyarlas estos días”, agrega. Porque hay padres que montan una mesa para vender desde golosinas a ropa en la puerta de la escuela. Si un día no venden, ese día no comen y al otro no pueden viajar.

Las crisis son una lupa que expande y muestra las cicatrices más invisibles de la desigualdad.

Mientras veo circular memes simpáticos sobre el Covid-19 y listas de actividades indoors, pienso en las personas que el aislamiento mata dos veces, las familias que si no salen se mueren y si salen peligran.

Creo que es correcta la medida de la SEP de extender el receso escolar de Semana Santa ante la contingencia sanitaria. Pero nunca debió ser aislada (sí, la palabra del momento).

La decisión debió ir acompañada de otros actores que sirvan de andamio para que una buena medida no se convierta en un problema que solo se traslada al otro, la menos favorecido. En la misma mesa de Educación debió haber alguien de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social y de la de Bienestar.

Acabamos de pasar el paro del 9 de marzo, donde la IP y el gobierno salieron a dar apoyos para 24 horas de ‘aislamiento’ de las mujeres: las empresas y las oficinas públicas dieron su espaldarazo a una medida inédita. Esta crisis también es inédita.

“En lo que podrían colaborar las empresas es en la comunicación, porque si algo no hemos visto en los medios, como anuncios comerciales, es la alerta por la epidemia. Las empresas deberían crear las campañas de comunicación adecuadas para que la gente esté bien informada, para que tengan su propia contención en sus familias y centros de trabajo”, me dice Xavier Tello, analista en políticas de salud pública.

“Sé que les preocupa su salud, la de su familia, su trabajo, sus ahorros, el pago del alquiler, el hecho de que los niños no estén en la escuela. Los pasos que se están tomando para mantenerlos a salvo tienen un impacto económico, pero estamos en una posición envidiable de tener un importante poder de fuego fiscal disponible para apoyarlos”, decía este fin de semana desde su aislamiento el presidente de Canadá. En China hubo mucha apuesta al tele-trabajo (en los casos en los que se podía) y la política de hijo único les ha permitido poder contar con los abuelos para cuidarlos mientras estaban sin clases.

En México, hoy tenemos que hacer una colecta para que un niño no se contagie en la escuela ni se muera de inanición en su casa.

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@ba_anderson

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Bárbara Anderson
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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