El 2019, el año de un pueblo que despertó y se tomó las calles para llenarlas de palabras, consignas y esperanzas. Aunque costara ojos y vidas y pulmones con lacrimógena. Aunque dijeran que era falso. Aunque quisieran silenciarlo. Lo ocurrido este año es nuestro. Empezamos hoy una nueva década”, publicó en su cuenta de Twitter el activista mexicano Pablo Collada radicado en Chile. Ese levantamiento casi sorpresivo —y repetido luego en Colombia, Bolivia y Venezuela— es la fiebre de una infección que hace años Latinoamérica solo viene tratando con pañitos fríos: la desigualdad y la exclusión social.
En la última edición del informe ‘Panorama Social de América Latina’ de la Cepal hay algunas pistas importantes de qué pasó en los últimos 10 años en la región: los ingresos del 1% más rico de la población siguen creciendo y hay retrocesos en las políticas de erradicación de la pobreza, que aumentó desde 2015. Este año hubo un aumento de la pobreza y la pobreza extrema, que llegarán a tasas de 30.8% y 11.5%; es decir que terminamos ayer con 26 millones de personas en situación de pobreza extrema más que en 2014.
Con la intención de atacar la desigualdad, prevalece la idea en la gran mayoría de los países de Latam de pasar a ser sociedades de clase media. El tema es que no existe una definición común sobre qué es o cómo se calcula esa clase media.
En un ejercicio múltiple (cruzando datos de ingresos, educación y consumo) la Cepal calculó que este año 46.7% de la población latinoamericana formaba parte de un grupo semejante a la clase media definida como “estratos bajos no pobres y estratos medio-bajos”.
Pero una de las razones de las explosiones sociales que vimos este año tiene que ver con la alta vulnerabilidad de esta clase social que vive con el riesgo de caer en pobreza ante el desempleo o precarización del trabajo, enfermedades catastróficas, accidentes o desastres naturales.
El acceso a mayor bienestar o mejores empleos también es frágil, ya que 52% de esta población de 25 años y más cuentan con un nivel de educación inferior a la secundaria completa. Y el retiro también es precario: una de cada tres personas económicamente activas no estaba afiliada ni cotizaba a un sistema de pensiones.
Según la Cepal, para comenzar superando la pobreza extrema (que 15% corresponde a México) en un lapso de 10 años habrá que, en primer paso, aumentar las transferencias públicas de ingresos a los hogares en esta situación. A escala regional deberá incrementarse el gasto social en un promedio actual de 865 mdd anuales hasta llegar a los 8 mil 655 mdd en 2029.
Empezamos hoy una nueva década, con muchos datos, con mucho retroceso social y con poca expectativa de lograr ese aumento en inversión social.
Como dijo días atrás Luis Almagro, secretario general de la OEA, “seguimos siendo el continente más desigual, que tiene las mismas estructuras de pobreza que hace 200 años”.
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@ba_anderson