Los blancos postes que le rodean, con precisión en sus ángulos para delimitar el espacio de júbilo. La red en expectativa, esperando al tan esperado invitado especial. Todos reflejan la luz de su alrededor, para que nadie se pierda ese momento tan anhelado y espectacular.
Con su propio patio para hacer suyo. Donde la voz de mando es solo suya. Sus gritos, imponentes, con el poder de achicar a cualquiera. Los dos rectángulos a su alrededor, delimitando su propio universo para hacer…y deshacer.
Como un dragón cuidando su palacio, tratando de protegerlo a toda costa, que no entre nada…ni nadie. A solas con su sombra…y su insensatez.
No le quedan bien los nombres, no les gusta pronunciarlo. Y aunque la guerra le hace a los otros once, no carga con el miedo de retarlos.
El villano perfecto, con privilegios que nadie más tiene, solo nosotros. Nos reímos de su desgracia. Regocijamos ante sus fallas y nos jactamos de sus posibilidades. En resumidas cuentas, matamos la esperanza.
Los pobres lobos solitarios, bajo los tres palos, en nuestro propio mundo, evitando lo más hermoso del futbol. Somos los que todos odian y todos quieren. Somos el mayor enemigo del gol.
Algunos los llaman locos…y sí, locos que somos.
Balbina Treviño