Cuando se trata de legislar, un esquema aconsejable es remitirse a leyes y a códigos existentes, de este modo cualquiera puede, incluso los diputados y quienes se propongan para integrar una asamblea constituyente, como es el caso, servirse de lo ya pensado sin dejar de añadir la propia inventiva y las necesidades específicas de la circunstancia en la que se circunscribirán las normas por decretar. Y como estamos con la novedad, en tiempos en que las novedades ya casi no son novedad, de que el gobierno federal que pronto tendrá el timón de la patria retomó la ocurrencia de elaborar, colaborativamente, eso afirmó López Obrador, una Constitución Moral, sugerimos que por la índole de la constitución propuesta, nos refiramos antes a uno de los más antiguos conjuntos de reglas que tiene el carácter de moral; consideramos que basta modernizarlo, nos ahorraremos muchos debates estériles y de paso -aunque no es el fin- ganaríamos una extensa mayoría para la nueva Carta Magna alterna, desde que esas reglas son aceptadas, y al menos idealmente seguidas, por las religiones abrahámicas, con lo que de un plumazo tocaremos a más de 90% de adeptos familiarizados con el anunciado statutum moralis.
Para simplificar el trance de poner al día los mandamientos, y para efectos republicanos, seguiremos el esquema recurrido por los especialistas en derecho: de lo que dice el documento fuente, a lo que deberá decir el inédito. La redacción que presentamos entrecomillada proviene de La Santa Biblia. Antiguo y Nuevo Testamento. “Antigua versión de Casiodoro de Reina (1569) revisada por Cipriano de Valera (1602) y cotejada posteriormente con diversas traducciones y con los textos hebreo y griego.” El ejemplar es de 1952, p. 78. Tomamos sólo los mandamientos que actualmente caben en un Estado laico.
Dice: “Honra a tu padre y a tu madre”; debe decir: honra a tu padre y a tu madre, o a cualquiera que haga las veces de ellos según el modelo de familia que te haya tocado en suerte, el caso es que los honres, porque no es que padre y madre haya sólo unos, hay los que nos encontramos. Dice: “no matarás”; debe decir: en serio, por favor, no mates, que no te tiente la impunidad que propician los que deberían velar porque nadie asesine a otro o a otra. Dice: “no hurtarás”; debe decir: no robarás (por usar palabras exóticas mucha gente roba, no entiende el verbo hurtar). Dice: “no hablarás contra tu prójimo falso testimonio”; debe decir: no mentirás respecto a tu prójimo, salvo que estés en campaña política o se descubra lo del fideicomiso, y tampoco a la hora de defender a tus compañeros de partido que acarrean pésimos antecedentes (aunque esto es circunstancial, para casos específicos consulta al venidero y plenipotenciario delegado político federal). Dice: “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás a la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”; debe decir: renuncia al facilismo neoliberal que ha hecho de la envidia activa mecanismo del éxito (en lugar de siervo y criada, escribir: colaborador y colaboradora, y en vez de asno y buey: Audi y casa en Vallarta) nota: la codicia gozará de un periodo de gracia cada temporada electoral y en la de entrega de premios cinematográficos, momentos en los que todo lo del rival es codiciable, si no, qué chiste. Dice: “Acordarte has del día del reposo, para santificarlo: Seis días trabajarás, y harás toda tu obra”; debe decir: Si eres trabajador al servicio del estado en el sexenio 2018-2024, trabajarás seis días y harás toda la obra que se te encomiende, el séptimo santificarás el milagro de tener chamba; si eres persona común y corriente, trabajarás cinco días y santificarás el ocio que propicia la creatividad, la lectura y la afición al futbol, de paso santificarás a los héroes que nos dieron leyes del trabajo. Dice: “No cometerás adulterio”; debe decir: aite hablan.
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Y dirá todo el pueblo: así sea
- Columna de Augusto Chacón
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Augusto Chacón
Jalisco /